lunes, 14 de noviembre de 2011

Retorno a La Madriguera


Luego de la comida que los elfos les prepararon, la mesa desapareció para que los cómodos sillones volvieran a aparecer, se sentaron a reposar un rato
-          bueno y ¿Quién ira a buscar a Haggrid para seguir con la lectura? -pregunto Remus mientras tomaba el libro
-          yo y Lily -los ofreció James
-          bueno, pero no se demoren, quiero saber qué pasa con mini cornamenta -dijo Sirius mientras se frotaba la panza que le dolía por las toneladas de comida que había ingerido, James y Lily se pusieron de pie y justo cuando iban a salir de la sala de los menesteres a la pelirroja se le ocurrió algo
-          ¿no se supone que el tiempo está detenido fuera de esta sala? -pregunto con el ceño fruncido -¿Qué pasara si salimos? -inquirió mirando al director
-          Creo que no pasara nada, el tiempo está detenido para los que están excluidos de la lectura, y como ustedes están en el grupo de lectores, será como caminar entre un montón de personas que parecerán estatuas -explico Dumbledore
-          Pero Haggrid no está incluido en la lectura -intervino es señor Weasley
-          Es cierto, ¿no estará el también como estatua? -pregunto Sirius
-          Creo que si le explican el hechizo que lo mantiene paralizado se anulara de él -razono Remus
-          ¿usted qué cree profesor? -la señora Weasley no se veía muy convencida por el razonamiento del adolecente
-          Creo que las deducciones del joven Lupin son correcta -respondio con una sonrisa hacía Remus -ahora que las dudas están aclaradas ¿pueden ir a buscar a Haggrid?, por favor
Lily y James salieron de la sala de los menesteres, el ambiente del castillo era muy tranquilo, como ya sabían todo estaba inmóvil fuera, fantasmas flotaban sin moverse hacia ningún lado, Filch estaba abrazando a la señora Norris como si la detención del tiempo los hubiese atrapado justo en el momento de una daza muy divertida, James y Lily soltaron risitas que resonaron por el pasillo vacío donde se encontraban. Así siguieron hasta llegar a la cabaña del semi-gigante, le explicaron lo sucedido la noche que encontraron los libros, que Dumbledore los había revisado para asegurarse de que un fuese magia oscura y resumieron lo que llevaban hasta ese momento leído, luego de unos segundos el guarda bosques reacciono
-          Vaya, ya me figuraba yo que al final ustedes terminarían casados y con un hermoso hijo -soltó Haggrid cuando estaban llegando a la sala de los menesteres, entraron y Sirius salto para regañarlos
-          ¿Cómo pueden demorarse tanto?, no ven que me tenían desesperado, estaba muriendo por leer de mi ahijado y apuesto a que ustedes dos se entretuvieron de camino a buscar a Haggrid adelantado las tareas aprovechando que en el castillo nadie los podía ver o regañar -termino con una sonrisa picara
-          No hubiese podido hacer todo lo que se me ocurre que haría cunado Li y yo…-James no termino porque un fuerte zape (cortesía de Lily) en la cabeza lo detuvo, esto hizo soltar risitas silenciosas a todos al ver la cara colorada y de pocos amigos que tenía la pelirroja.
-          Yo leeré el capítulo que sigue -Remus tenía el libro abierto en las manos

Retorno a La Madriguera
-          es nuestra casa -dijo con emoción la señora Weasley


A las doce del día siguiente, el baúl de Harry ya estaba lleno de sus cosas del colegio y de sus posesiones más apreciadas: la capa invisible heredada de su padre, la escoba voladora que le había regalado Sirius y el mapa encantado de Hog­warts que le habían dado Fred y George el curso anterior. Había vaciado de todo comestible el espacio oculto debajo de la tabla suelta de su habitación y repasado dos veces hasta el último rincón de su dormitorio para no dejarse olvidados ninguna pluma ni ningún libro de embrujos, y había despe­gado de la pared el calendario en que marcaba los días que faltaban para el 1 de septiembre, el día de la vuelta a Hogwarts.

-          ¡tiene mi capa! -salto contento James
-          Te das cuenta, yo le regale una escoba, ha de ser genial porque yo la elegí -Sirius parecía orgulloso por el regalo a su ahijado
-          Y escucharon, nuestro mapa fue rescatado por esos chicos, ¿Cómo se llamaban? -busco en el libro -Fred y George
-          Y se lo dieron a mi hijo, espero que la aproveche para merodear por el castillo y hacer travesuras a los Slytherin -seguía James con una gran sonrisa
-          ¡por Merlín! -exclamo Lily -espero que no sea tan revoltoso, engreído, egocéntrico, inmaduro…
-          Si, si, amor creo que ya entendimos tu punto -dijo James enfurruñado
-          ¿crees que sean nuestros Fred y George? -pregunto la señora Weasley a su marido
-          es posible -dijo el señor Weasley -es amigo de Ron que es nuestro hijo, también puede que sea amigo de los gemelos
-          ¿Dónde perdieron el mapa? -curioseo Molly
-          Con Filch -respondieron los merodeadores al unísono
-          Espero que no lo hayan recuperado por estar castigado y lo robaran -suspiro la señora Wealey, Remus siguió la lectura

El ambiente en el número 4 de Privet Drive estaba muy tenso. La inminente llegada a la casa de un grupo de brujos ponía nerviosos e irritables a los Dursley. Tío Vernon se asustó mucho cuando Harry le informó de que los Weasley llegarían al día siguiente a las cinco en punto.
—Espero que le hayas dicho a esa gente que se vista adecuadamente —gruñó de inmediato—. He visto cómo van. Deberían tener la decencia de ponerse ropa normal.


-          ¡hey! -exclamo Arthur molesto -que mi ropa es muy normal, asquerosa morsa con bigote -termino fulminando el libro con la mirada
-          Sí, es normal para nosotros, pero ellos son muggles, las túnicas no es lo que ellos llaman normal -acoto Lily para tranquilizar al señor Weasley
-          ¿y los defiendes? -pregunto indignado James -sabes que es una asquerosa moras con bigotes
-          Yo nunca he dicho que no lo sea, solo estaba aclarando un punto -respondió Lily cruzándose de brazos y frunciendo el ceño -sé que es una idiota morsa asquerosa con bigotes

Harry tuvo un presentimiento que le preocupó. Muy ra­ramente había visto a los padres de Ron vistiendo algo que los Dursley pudieran calificar de «normal». Los hijos a veces se ponían ropa muggle durante las vacaciones, pero los padres llevaban generalmente túnicas largas en diversos estados de deterioro. A Harry no le inquietaba lo que pensa­ran los vecinos, pero sí lo desagradables que podían resul­tar los Dursley con los Weasley si aparecían con el aspecto que aquéllos reprobaban en los brujos.

-          ¡oh!, Harry, cariño, no te preocupes por nosotros -dijo la señora Weasley -sabremos cómo hacernos respetar por la morsa
-          Si ya veas, no sabrán que los golpeo -aseguro el Arthur con una gran sonrisa
-          No será necesario, Harry vivirá con sus padres, yo me asegurare de eso -dijo Sirius muy serio
-          Y yo te ayudare -aseguró Remus
-          Gracias, chicos -dijo James
-          Nosotros estaremos más que felices de recibirlos en casa -les dijo Lily con una sonrisa

Tío Vernon se había puesto su mejor traje. Alguien po­dría interpretarlo como un gesto de bienvenida, pero Harry sabía que lo había hecho para impresionar e intimidar. Dudley, por otro lado, parecía algo disminuido, lo cual no se debía a que su dieta estuviera por fin dando resultado, sino al pánico. La última vez que Dudley se había encontrado con un mago adulto salió ganando una cola de cerdo que le sobresalía de los pantalones, y tía Petunia y tío Vernon tu­vieron que llevarlo a un hospital privado de Londres para que se la extirparan. Por eso no era sorprendente que Dud­ley se pasara todo el tiempo restregándose la mano nervio­samente por la rabadilla y caminando de una habitación a otra como los cangrejos, con la idea de no presentar al ene­migo el mismo objetivo.

La sala de menesteres, repentinamente estallo en estruendosas carcajadas, Sirius y James no encontraron posición más cómoda que tirarse al suelo para reír a mandíbula abierta, Remus, Haggrid y el señor Weasleyse tomaban el estómago mientras imaginaban al chico con una cola de cerdo, la señora Weasley y Lily intentaban contener las carcajadas con muy poco éxito y el profesor Dumbledor tenía una gran sonrisa en el rostro
-          ¿Quién… fue… el genio… que hizo eso? -soltó James entre carcajadas
-          No lo sé, pero me agrada -sonrió Haggrid, cuando todos lograron calmarse, Remus siguió la lectura

La comida (queso fresco y apio rallado) transcurrió casi en total silencio. Dudley ni siquiera protestó por ella. Tía Petunia no probó bocado. Tenía los brazos cruzados, los labios fruncidos, y se mordía la lengua como mastican­do la furiosa reprimenda que hubiera querido echarle a Harry.
—Vendrán en coche, espero —dijo a voces tío Vernon desde el otro lado de la mesa.

-          Molly, amor, quiero uno de esos coches -dijo con entusiasmo el señor Weasley
-          No quiero ningún cachivache muggle en mi casa -rujió Molly
-          Pero, ¿no crees que será divertido subirse a esas máquinas que tienen caballos dentro? -pregunto entusiasmado
-          ¿caballos dentro? -pregunto Haggrid
-          No tienen caballos dentro -repuso Lily
-          Pero dicen que tienen no sé cuántos caballos de fuerza
-          Sí, pero eso quiere decir que…-Lily pensó un momento -en realidad no sé nada de autos, pero no tienen caballos dentro
-          Vaya, quien iba a decir que hay algo que la sabe lo todo Evans no sabe -se burló Sirius, antes de que Lily pudiera responder, Remus reinicio la lectura

—Ehhh... —Harry no supo qué contestar.
La verdad era que no había pensado en aquel detalle. ¿Cómo irían a buscarlo los Weasley? Ya no tenían coche, porque el viejo Ford Anglia que habían poseído corría libre y salvaje por el bosque prohibido de Hogwarts. Sin embar­go, el año anterior el Ministerio de Magia le había prestado un coche al señor Weasley. ¿Haría lo mismo en aquella oca­sión?

-          Miren, ¡tuve un coche! -grito emocionado el señor Weasley
-          No puedo creer que yo permita que metas ese tipo de cachivaches en mi casa -dijo molesta Molly
-          ¿Cómo un auto puede correr salvaje por los bosques de Hogwarts? -pregunto repentinamente James, todos nos encogimos de hombros

—Creo que sí —respondió al final.
El bigote de tío Vernon se alborotó con su resoplido. Normalmente hubiera preguntado qué coche tenía el señor Weasley, porque solía juzgar a los demás hombres por el tamaño y precio de su automóvil. Pero, en opinión de Harry, a tío Vernon no le gustaría el señor Weasley aunque tuviera un Ferrari.

-          ¿Qué diablos es un Ferrari? -pregunto confuso Sirius
-          No es obvio, es un marca de coche -dijo Lily fulminándolo con la mirada
-          No es obvio para todos, pelirroja -repuso canuto
-          sí que lo es, tienes que poner más atención cuando leen, se está hablando de coches
-          si pero, pero me distraje pensando en 1000 formas de maldecir a esa morsa, es muy desagradable -respondió Sirius encogiéndose de hombros

Harry pasó la mayor parte de la tarde en su habita­ción. No podía soportar la visión de tía Petunia escudri­ñando a través de los visillos cada pocos segundos como si hubieran avisado que andaba suelto un rinoceronte. A las cinco menos cuarto Harry volvió a bajar y entró en la sala. Tía Petunia colocaba y recolocaba los cojines de manera compulsiva. Tío Vernon hacía como que leía el periódico, pero no movía los minúsculos ojos, y Harry supuso que en realidad escuchaba con total atención por si oía el ruido de un coche. Dudley estaba hundido en un sillón, con las ma­nos de cerdito puestas debajo de él y agarrándose firme­mente la rabadilla. Incapaz de aguantar la tensión que había en el ambiente, Harry salió de la habitación y se fue al recibidor, a sentarse en la escalera, con los ojos fijos en el reloj y el corazón latiéndole muy rápido por la emoción y los nervios.


-          ¿no creen que exageran un poco? -murmuro Haggrid
-          Pobre Harry tener que soportar a esa gente tan molesta y extraña -bufo James
-          No se preocupe, señor Potter, le recuerdo es estos libros fueron enviados para cambiar todo eso -dijo Dumbledore, pero para eso hay que saber que pasa, por lo que le voy a pedir, señor Lupin que reanude la lectura

Pero llegaron las cinco en punto... y pasaron. Tío Vernon, sudando ligeramente dentro de su traje, abrió la puer­ta de la calle, escudriñó a un lado y a otro, y volvió a meter la cabeza en la casa.
—¡Se retrasan! —le gruñó a Harry.
—Ya lo sé —murmuró Harry—. A lo mejor hay proble­mas de tráfico, yo qué sé.
Las cinco y diez... las cinco y cuarto... Harry ya empeza­ba a preocuparse. A las cinco y media oyó a tío Vernon y a tía Petunia rezongando en la sala de estar.


-          ¿Por qué no llegan? -le pregunto Sirius a los señores Weasley -no ven lo molestos que son esos muggles, mi ahijado necesita ser rescatado de ese zoológico
-          No lo sé, Sirius -murmuro Arthur -tal vez como dice Harry es el tráfico -termino con un encogimiento de hombros

—No tienen consideración.
—Podríamos haber tenido un compromiso.
—Tal vez creen que llegando tarde los invitaremos a cenar.
—Ni soñarlo —dijo tío Vernon. Harry lo oyó ponerse en pie y caminar nerviosamente por la sala—. Recogerán al chico y se irán. No se entretendrán. Eso... si es que vienen. A lo mejor se han confundido de día. Me atrevería a decir que la gente de su clase no le da mucha importancia a la puntualidad. O bien es que en vez de coche tienen una cafe­tera que se les ha avena... ¡Ahhhhhhhhhhhhh!

Todos bufaron molestos por lo dicho por Vernon y Petunia, ese matrimonio era horriblemente desagradable, y el ballenato que tenían por hijo no se quedaba atrás.

Harry pegó un salto. Del otro lado de la puerta de la sala le llegó el ruido que hacían los Dursley moviéndose ate­rrorizados y descontroladamente por la sala. Un instante después, Dudley entró en el recibidor como una bala, com­pletamente lívido.
—¿Qué pasa? —Preguntó Harry—. ¿Qué ocurre?
Pero Dudley parecía incapaz de hablar y, con movi­mientos de pato y agarrándose todavía las nalgas con las manos, entró en la cocina. En el interior de la chimenea de los Dursley, que tenía empotrada una estufa eléctrica que simulaba un falso fuego, se oían golpes y rasguños.


-          Al parecer no llegaron en coche -rió Sirius
-          ¿Qué es una estufa eléctrica? -pregunto emocionado Arthur
-          Cumple la función de una chimenea, exceptuando lo de los viajes flu, pero tiene enchufe para conectarlo a la corriente eléctrica -explico Lily
-          Eso suena fascinante, es increíble como los mu…
-          Ya vasta, Arthur, queremos escuchar la lectura -lo interrumpió molesta la señora Weasley, mientras todos ahogaban risitas por la fascinación del señor Wealey y el fastidio de su esposa, Remus siguió la lectura

—¿Qué es eso? —preguntó jadeando tía Petunia, que había retrocedido hacia la pared y miraba aterrorizada la estufa—. ¿Qué es, Vernon?
La duda sólo duró un segundo. Desde dentro de la chi­menea cegada se podían oír voces.
—¡Ay! No, Fred... Vuelve, vuelve. Ha habido algún error. Dile a George que no... ¡Ay! No, George, no hay espa­cio. Regresa enseguida y dile a Ron…


-          Estúpidos muggles ¿Cómo se les ocurre tapar la chimenea? -comento molesto James
-          Jajaja, pero no puedes negar que están en una situación muy divertida -rió Sirius


—A lo mejor Harry nos puede oír, papá... A lo mejor puede ayudarnos a salir...
Se oyó golpear fuerte con los puños al otro lado de la estufa.
—¡Harry! Harry, ¿nos oyes?
Los Dursley rodearon a Harry como un par de lobos hambrientos.
—¿Qué es eso? —gruñó tío Vernon—. ¿Qué pasa?
—Han... han intentado llegar con polvos flu—explicó Harry, conteniendo unas ganas locas de reírse—. Pueden viajar de una chimenea a otra... pero no se imaginaban que la chimenea estaría obstruida. Un momento...
Se acercó a la chimenea y gritó a través de las tablas:
—¡Señor Weasley! ¿Me oye?
El martilleo cesó. Alguien, dentro de la chimenea, chis­tó: «¡Shh!»
—¡Soy Harry, señor Weasley. ..! La chimenea está cegada. No podrán entrar por aquí.
—¡Maldita sea! —dijo la voz del señor Weasley—. ¿Para qué diablos taparon la chimenea?
-          Exacto -murmuro James, aun sonriendo mientras imaginaba a tres personas encerradas en un espacio pequeño que se suponía era una chimenea
-          Debe ser incomodo -murmuro Arthur, Remus soltó una carcajada por lo bajo
-          ¿de qué te ríes, lunático? -preguntó Sirius
Que Ron no sabe que la chimenea esta tapada -Sirius al comprender también soltó una carcajada por lo bajo


—Tienen una estufa eléctrica —explicó Harry.


-          ¡oh!, son las que utilizan enchufes ¿verdad? -pregunto el señor Weasley a Lily
-          Si, pero solo los muggles con mucho dinero las tienen -respondió un tanto divertida por la emoción de Arthur por los artefactos muggles
-          ¡genial!, he comenzado a coleccionar enchufes son muy interesantes -siguió diciendo con una enorme sonrisa
-          Vasta Arthur, tenemos que seguir con la lectura -se molestó la señora Weasley

—¿De verdad? —preguntó emocionado el señor Weas­ley—. ¿Has dicho ecléctica? ¿Con enchufe? ¡Santo Dios! ¡Eso tengo que verlo...! Pensemos... ¡Ah, Ron!
La voz de Ron se unió a la de los otros.
—¿Qué hacemos aquí? ¿Algo ha ido mal?


-          No, que va, están exactamente donde querían ir -ironizó Sirius
-          Si, Ron, seguro la están pasando en grande -le siguió el juego James, Remus solto una carcajada
-          ¿y tú de que te ries? -pregunto Lily con el ceño fruncido, como toda respuesta siguió con la lectura

—No, Ron, qué va —dijo sarcásticamente la voz de Fred—. Éste es exactamente el sitio al que queríamos venir.
—Sí, nos lo estamos pasando en grande —añadió Geor­ge, cuya voz sonaba ahogada, como si lo estuvieran aplas­tando contra la pared.



Los merodeadores, Haggrid y Arthur estallaron en carcajadas, mientras Dumbledore sonreía divertido y las mujeres negaban con la cabeza por la inmadurez de los chicos, después de que todos se calmaran la lectura siguió



—Muchachos, muchachos... —dijo vagamente el señor Weasley—. Estoy intentando pensar qué podemos hacer... Sí... el único modo... Harry, échate atrás.
Harry se retiró hasta el sofá, pero tío Vernon dio un paso hacia delante.
—¡Esperen un momento! —bramó en dirección a la chi­menea—. ¿Qué es lo que pretenden...?
¡BUM!


Todos los que oían la lectura pegaron un salto, Remus al ver lo concentrados que estaban, decidió gritar la última palabra de sopetón y ahora reía descontroladamente al ver como sus acompañantes se asustaban.
-          Debieron…. Ver ….. su….. cara….. de espanto -decía entre carcajadas
-          ¡Serás idiota! -exclamaron James y Sirius a la vez
-          Y te veías el más sensato -decía Molly mientras negaba con la cabeza
-          ¿Remus? -pregunto Haggrid mientras reía -¿sensato?, por Merlín, por algo es un merodeador -cuando el licántropo se tranquilizo un poco continuaron.


La estufa eléctrica salió disparada hasta el otro extremo de la sala cuando todas las tablas que tapaban la chime­nea saltaron de golpe y expulsaron al señor Weasley, Fred, George y Ron entre una nube de escombros y gravilla suelta. Tía Petunia dio un grito y cayó de espaldas sobre la mesita del café. Tío Vernon la cogió antes de que pegara contra el suelo, y se quedó con la boca abierta, sin habla, mirando a los Weasley, todos con el pelo de color rojo vivo, incluyendo a Fred y George, que eran idénticos hasta el último detalle.

-          Genial entrada -soltaron los merodeadores riendo al señor Weasley
-          Gracias -mascullo este sonrojado
-          Siempre desee tener un gemelo -dijo soñador James
-          Pobre del mundo dos como tu -dijo Lily divertida
-          O como yo -dijo un feliz Sirius

—Así está mejor —dijo el señor Weasley, jadeante, sa­cudiéndose el polvo de la larga túnica verde y colocándose bien las gafas—. ¡Ah, ustedes deben de ser los tíos de Harry!


-          No me emocionaría mucho si fuese tu, Arthur, esos muggles son desagradables
-          Y Petunia te odiara más por destrozar su sala de estar -dijo Lily con una sonrisa
-          Lo sé, tampoco es como que quiera caerles bien ahora que se como son -afirmo el señor Weasley

Alto, delgado y calvo, se dirigió hacia tío Vernon con la mano tendida, pero tío Vernon retrocedió unos pasos para alejarse de él, arrastrando a tía Petunia e incapaz de pronunciar una palabra. Tenía su mejor traje cubierto de polvo blanco, así como el cabello y el bigote, lo que lo hacía parecer treinta años más viejo.


Todos bufaron ante lo primero, pero luego soltaron risas divertidas ante las imágenes que describía el libro.


—Eh... bueno... disculpe todo esto —dijo el señor Weas­ley, bajando la mano y observando por encima del hombro el estropicio de la chimenea—. Ha sido culpa mía: no se me ocurrió que podía estar cegada. Hice que conectaran su chi­menea a la Red Flu, ¿sabe? Sólo por esta tarde, para que pudiéramos recoger a Harry. Se supone que las chimeneas de los muggles no deben conectarse... pero tengo un conocido en el Equipo de Regulación de la Red Flu que me ha hecho el favor. Puedo dejarlo como estaba en un segundo, no se preocupe. Encenderé un fuego para que regresen los mu­chachos, y repararé su chimenea antes de desaparecer yo mismo.


-          No creo que entienda mucho lo que digas -dijo James mientras se acomodaba mejor en el sillón para abrazar a Lily
-          Eso es cierto y si te llega a entender te sacara de su casa a patadas por usar magia -continuo Remus

Harry sabía que los Dursley no habían entendido ni una palabra. Seguían mirando al señor Weasley con la boca abierta, estupefactos. Con dificultad, tía Petunia se alzó y se ocultó detrás de tío Vernon.

-          te lo dije -soltó James

—¡Hola, Harry! —saludó alegremente el señor Weas­ley—. ¿Tienes listo el baúl?
—Arriba, en la habitación —respondió Harry, devol­viéndole la sonrisa.
—Vamos por él —dijo Fred de inmediato. Él y George salieron de la sala guiñándole un ojo a Harry. Sabían dónde estaba su habitación porque en una ocasión lo habían ayu­dado a fugarse de ella en plena noche. A Harry le dio la im­presión de que Fred y George esperaban echarle un vistazo a Dudley, porque les había hablado mucho de él.



-          Genial, mini-cornamenta se escapo de la casa de los idiotas -celebró Sirius
-          Si pero volvió -siguió James
-          Mejor, ¿lo prefieres dando vueltas por ahí solo? -pregunto Lily molesta -sabes que es buscado por Voldemort -terminó, los Weasley y Haggrid se estremecieron levemente por el nombre.
-          Tienes razón -concedió James
-          Nosotros lo recibiríamos feliz en nuestra casa -dijo la bondadosa señora Weasley
-          Gracias -respondió con una sonrisa Lily
-          Creo que hay una buena razón para que Harry tenga que vivir con sus tíos y no con otra persona -dijo Dumbledor, hablando por primera vez en mucho tiempo
-          ¿a que se refiere? -pregunto Sirius curioso
-          Son solo conjeturas que a medida que vayamos leyendo iré aclarando -respondió -por favor señor Lupin continúe



—Bueno —dijo el señor Weasley, balanceando un poco los brazos mientras trataba de encontrar palabras con las que romper el incómodo silencio—. Tie... tienen ustedes una casa muy agradable.
Como la sala habitualmente inmaculada se hallaba ahora cubierta de polvo y trozos de ladrillo, este comentario no agradó demasiado a los Dursley. El rostro de tío Vernon se tiñó otra vez de rojo, y tía Petunia volvió a quedarse bo­quiabierta. Pero tanto uno como otro estaban demasiado asustados para decir nada.
El señor Weasley miró a su alrededor. Le fascinaba todo lo relacionado con los muggles. Harry lo notó impacien­te por ir a examinar la televisión y el vídeo.


-          ¡oh!, por Dios Arthur, ¿quieres dejar esa estúpida obsesión? -se molesto su esposa
-          No es obsesión -se defendió este
-          Tiene razón, es solo un interés persistente sobre los muggles que lo tiene la mayor parte del tiempo sobre ellos -razono Remus muy serió, cosa que les hizo gracia todos acepto a Arthur quien se puso rojo como su pelo mientras el resto se carcajeaba


—Funcionan por eclectricidad, ¿verdad? —dijo en tono de entendido—. ¡Ah, sí, ya veo los enchufes! Yo colecciono enchufes —añadió dirigiéndose a tío Vernon—. Y pilas. Tengo una buena colección de pilas. Mi mujer cree que estoy chiflado, pero ya ve.
Era evidente que tío Vernon era de la misma opinión que la señora Weasley. Se movió ligeramente hacia la de­recha para ponerse delante de tía Petunia, como si pensa­ra que el señor Weasley podía atacarlos de un momento a otro.


-          me gustaría escuchar que haces eso -soltó James con aire soñador
-          eso seria excelente -lo siguieron Sirius y Remus con la misma aire


Dudley apareció de repente en la sala. Harry oyó el gol­peteo del baúl en los peldaños y comprendió que el ruido había hecho salir a Dudley de la cocina. Fue caminando pe­gado a la pared, vigilando al señor Weasley con ojos desor­bitados, e intentó ocultarse detrás de sus padres. Por des­gracia, las dimensiones de tío Vernon, que bastaban para ocultar a la delgada tía Petunia, de ninguna manera podían hacer lo mismo con Dudley.
—¡Ah, éste es tu primo!, ¿no, Harry? —dijo el señor Weasley, tratando de entablar conversación.
—Sí —dijo Harry—, es Dudley.
Él y Ron se miraron y luego apartaron rápidamente la vista. La tentación de echarse a reír fue casi irresistible. Dudley seguía agarrándose el trasero como si tuviera miedo de que se le cayera. El señor Weasley, en cambio, parecía sinceramente preocupado por el peculiar comportamiento de Dudley. Por el tono de voz que empleó al volver a hablar, Harry comprendió que el señor Weasley suponía a Dudley tan mal de la cabeza como los Dursley lo suponían a él, con la diferencia de que el señor Weasley sentía hacia el mucha­cho más conmiseración que miedo.
—¿Estás pasando unas buenas vacaciones, Dudley? —preguntó cortésmente.
Dudley gimoteó. Harry vio que se agarraba aún con más fuerza el enorme trasero.


Las carcajadas de todos no se hicieron esperar al recordar que anteriormente habían leído que a Dudley le habían echo a parecer una cola de cerdo en su primer encuentro con un mago, la situación era muy divertida
-          de verdad el que hizo eso es un genio -soltó entre carcajadas Haggrid

Fred y George regresaron a la sala, transportando el baúl escolar de Harry. Miraron a su alrededor en el momen­to en que entraron y distinguieron a Dudley. Se les iluminó la cara con idéntica y maligna sonrisa.

-          ¡genial! -exclamaron juntos los merodeadores -se les ocurrió una travesura -termino Sirius divertido
-          Ay de mi -saltó Molly -serán como ellos -señalo a los merodeadores -es difícil pensar que dos angelitos como Fred y George serán así -se lamento
-          ¡hey!, somos increíbles, deberías estar orgullosa de que salgan a nosotros -dijo James con fingida indignación

—¡Ah, bien! —dijo el señor Weasley—. Será mejor darse prisa.
Se remangó la túnica y sacó la varita. Harry vio a los Dursley echarse atrás contra la pared, como si fueran uno solo.
¡Incendio! —exclamó el señor Weasley, apuntando con su varita al orificio que había en la pared.
De inmediato apareció una hoguera que crepitó como si llevara horas encendida. El señor Weasley se sacó del bolsi­llo un saquito, lo desanudó, cogió un pellizco de polvos de dentro y lo echó a las llamas, que adquirieron un color verde esmeralda y llegaron más alto que antes.
—Tú primero, Fred —indicó el señor Weasley.
—Voy —dijo Fred—. ¡Oh, no! Esperad...
A Fred se le cayó del bolsillo una bolsa de caramelos, y su contenido rodó en todas direcciones: grandes caramelos con envoltorios de vivos colores.



-          Que decepción, parecían prometer una grande -Remus detuvo la lectura para soltar el comentario como si fuese lo peor del universo
-          Unos dulces -bufo Sirius -no puedo creer que piensen que engordarlo más sea una buena broma
-          Ahora pueden estar orgullosos -soltó James a los padres -son una decepción con las bromas
-          ¿Cómo saben que es una broma? -pregunto Lily
-          Según dice se le cayo por accidente -siguió Arthur
-          Es porque es la cara que ponen ellos antes de una broma -soltó Haggrid con una sonrisa, luego de una negación de cabeza de decepción de los revoltosos Remus continuo su lectura

Fred los recogió a toda prisa y los metió de nuevo en los bolsillos; luego se despidió de los Dursley con un gesto de la mano y avanzó hacia el fuego diciendo: «¡La Madriguera!» Tía Petunia profirió un leve grito de horror. Se oyó una es­pecie de rugido en la hoguera, y Fred desapareció.
—Ahora tú, George —dijo el señor Weasley—. Con el baúl.
Harry ayudó a George a llevar el baúl hasta la hoguera, y lo puso de pie para que pudiera sujetarlo mejor. Luego, gritó «¡La Madriguera!», se volvió a oír el rugido de las llamas y George desapareció a su vez.
—Te toca, Ron —indicó el señor Weasley.
—Hasta luego —se despidió alegremente Ron. Tras di­rigirle a Harry una amplia sonrisa, entró en la hoguera, gri­tó «¡La Madriguera!» y desapareció.
Ya sólo quedaban Harry y el señor Weasley.
—Bueno... Pues adiós —les dijo Harry a los Dursley.
Pero ellos no respondieron. Harry avanzó hacia el fue­go; pero, justo cuando llegaba ante él, el señor Weasley lo sujetó con una mano. Observaba atónito a los Dursley.

-          ¿no me digas que quieres seguir con el tema de los muggles? -soltó Molly molesta
-          No lo sé cariño, eso aun no sucede -respondió Arthur
-          Yo creo que es porque los Dursley no se despidieron de Harry -razono Lily, el resto asintió de acuerdo con ella

—Harry les ha dicho adiós —dijo—. ¿No lo han oído?
—No tiene importancia —le susurró Harry al señor Weasley—. De verdad, me da igual.
Pero el señor Weasley no le quitó la mano del hombro.
—No va a ver a su sobrino hasta el próximo verano —dijo indignado a tío Vernon—. ¿No piensa despedirse de él?

-          Enséñales Arthur -grito Sirius

El rostro de tío Vernon expresó su ira. La idea de que un hombre que había armado aquel estropicio en su sala de es­tar le enseñara modales era insoportable. Pero el señor Weasley seguía teniendo la varita en la mano, y tío Vernon clavó en ella sus diminutos ojos antes de contestar con tono de odio:
—Adiós.


-          Vaya le enseñaste a la morsa educación -se impresiono James
-          ¡felicidades! -grito el resto
-          Gracias -dijo sonriendo ruborizado


—Hasta luego —respondió Harry, introduciendo un pie en la hoguera de color verde, que resultaba de una agrada­ble tibieza. Pero en aquel momento oyó detrás de él un ho­rrible sonido como de arcadas y a tía Petunia que se ponía a gritar.
Harry se dio la vuelta. Dudley ya no trataba de ocultarse detrás de sus padres, sino que estaba arrodillado junto a la mesita del café, resoplando y dando arcadas ante una cosa roja y delgada de treinta centímetros de largo que le salía de la boca. Tras un instante de perplejidad, Harry comprendió que aquella cosa era la lengua de Dudley... y vio que delante de él, en el suelo, había un envoltorio de colores brillantes.

-          ¡brillante! -rieron las bromistas
-          Esos chicos son increíbles -se rio Sirius
-          Son unos genios -continuo James
-          Extraordinarios -tercio Remus -lamento haber dicho que eran una decepción como bromistas
-          Hubiese preferido eso a tener un par como ustedes -respondio la señora Weasley meneando la cabeza

Tía Petunia se lanzó al suelo, al lado de Dudley, agarró el extremo de su larga lengua y trató de arrancársela; como es lógico, Dudley gritó y farfulló más que antes, intentando que ella desistiera. Tío Vernon daba voces y agitaba los bra­zos, y el señor Weasley no tuvo más remedio que gritar para hacerse oír.


Todos en la sal de menesteres estallaron en incontrolables carcajadas al imaginarse a Petunia tirando de la lengua de Dudley mientras este chillaba para que dejara de hacerlo. Hasta Dumbledore tubo problemas para contener la risa, luego de que Lupin dejara de revolcarse en el suelo y aplacara un poco el ataque siguió leyendo

—¡No se preocupen, puedo arreglarlo! —chilló, avan­zando hacia Dudley con la mano tendida.

-          Pero ¿Qué haces? -pregunto Sirius molesto
-          Arruinaras la obra de arte de ese par de genios -aporto James
-          Luego de su esfuerzo de que pareciera un accidente -tercio un conmocionado Remus
-          Yo… bueno, yo… -balbueseo Arthur, si saber que decir, la verdad era que el no quería volver a la normalidad al ballenato, pero su yo futuro al parecer no estaba desacuerdo con él
-          No digas nada -dijo un falso ofendido Remus antes de retomar la lectura, mientras el resto soltaba risitas bajas por la cara del señor Weasley


Pero tía Petunia gritó aún más y se arrojó sobre Dudley para servirle de escudo.
—¡No se pongan así! —dijo el señor Weasley, desespe­rado—. Es un proceso muy simple. Era el caramelo. Mi hijo Fred... es un bromista redomado. Pero no es más que un en­cantamiento aumentador... o al menos eso creo. Déjenme, puedo deshacerlo...

Los merodeadores negaron con la cabeza con decepción a Arthur y este seguía mirándolos confuso y sin decir nada, cosa que le hacia gracia al resto de los presentes

Pero, lejos de tranquilizarse, los Dursley estaban cada vez más aterrorizados: tía Petunia sollozaba como una his­térica y tiraba de la lengua de Dudley dispuesta a arrancár­sela; Dudley parecía estar ahogándose bajo la doble presión de su madre y de su lengua; y tío Vernon, que había perdido completamente el control de sí mismo, cogió una figura de porcelana del aparador y se la tiró al señor Weasley con to­das sus fuerzas. Éste se agachó, y la figura de porcelana fue a estrellarse contra la descompuesta chimenea.


-          Están locos -chillo la señora Weasley fulminando el libro con la mirada
-          El solo trata de ayudar -dijo molesta la pelirroja menor
-          Son unos idiotas -escupió Haggrid
-          Es por eso que no queremos que los ayudes -soltaron los merodeadores furiosos y fulminando el libro
-          Esta bien tratare de recordarlo por si lo necesito en un futuro -bufo Arthur

—¡Vete, Harry! ¡Vete ya! —gritó el señor Weasley, apuntando con la varita a tío Vernon—. ¡Yo lo arreglaré!
Harry no quería perderse la diversión, pero un segundo adorno le pasó rozando la oreja izquierda, y decidió que sería mejor dejar que el señor Weasley resolviera la situación. Entró en el fuego dando un paso, sin dejar de mirar por en­cima del hombro mientras decía «¡La Madriguera!». Lo últi­mo que alcanzó a ver en la sala de estar fue cómo el señor Weasley esquivaba con la varita el tercer adorno que le arrojaba tío Vernon mientras tía Petunia chillaba y cubría con su cuerpo a Dudley, cuya lengua, como una serpiente pi­tón larga y delgada, se le salía de la boca. Un instante des­pués, Harry giraba muy rápido, y la sala de estar de los Dursley se perdió de vista entre el estrépito de llamas de co­lor esmeralda.

-          Bueno aquí termina -dijo Remus entregando el libro al señor Weasley
-          Ya llegara a casa -se emociono Molly
-          Que bueno que lo sacaron de ese manicomio/zoológico -dijo James con una sonrisa de agradecimiento
-          Si, muchas gracias -les sonrió Lily, cuando Lily termino de hablar, apareció otra nota que Dumbledore tomó

Estimados lectores:
Esperamos que estén disfrutando la lectura. El motivo de esta carta es que nos hemos enterado que han incluido a otro miembro a la lectura. No es que sea muy grabe ya que la persona que se integro seria llamada más adelante, pero ya que no podemos permitir que ninguna otra persona que no sea considerada como confiable escuche la historia, mandaremos a tres personas que vigilen que no se vuelva a producir lo anterior. Estas personas son del futuro, pero no se les esta permitido revelar nada de él ya que todo saleen los libros, ellos solo aclararan dudas puntuales.

Sin más que decir nos despedimos, disfruten la lectura
                                        La orden del Fenix

Todos se miraron expectantes luego de saber que tres personas del futuro irían a su tiempo. Lugo de unos segundos de haber leído la carta, la misma luz de la que aparecieron los libros ilumino la sala de los menesteres y tres figuras aparecieron.