sábado, 12 de noviembre de 2011

La Cicatriz


No es que las notas trajeran malas noticias, pero de todos modos verlas aparecer nos ponían tensos, Dumbledore la tomo, se aclaró la garganta y se dispuso a leerla:

Queridos Dumbledore, Lily y merodeadores:

Ya que estos libros muestran la forma que en el futuro se ven afectada las vidas de otra familia, nos hemos tomado la molestia de avisar a los Weasley para que se presenten el castillo, ellos llegaran dentro de unos minutos, ellos ya saben la situación, se los explicamos todo por medio de una nota.
Sin más que decir, salvo que tienen que esperar a que lleguen los señores Weasley para seguir con la lectura, nos despedimos, esperamos que disfruten la lectura.

       Atte.
                                La Orden del Fenix


-          bien, entonces ¿Qué hacemos mientras esperamos? -pregunté
-          intentamos entender lo que acabamos de leer- repondio Dumbledore
-          esta bien, creo que es obvio que ese tal Harry Potter es mi pariente -comenzó a decir James
-          creo que podría ser tu hijo -dedujo Remus
-          ¿Por qué crees eso? -pregunto James
-          Pues, tu no tienes hermanos y tu padre tampoco los tiene, y si ahora no conoce a ninguno, es simple lógica, ¿no crees? -argumento Lupin
-          Remus tiene razón, si lo ves desde ese punto de vista -dije pensativa
-          Bueno si es mi hijo, entonces ¿Quién es la madre? -pregrunto mirando hacia mi
-          Bueno….pues…..yo…yo ¿como…. voy a saber eso? -pregunte nerviosa
-          ¡oh!, la pelirroja y cornamenta hicieron a un mini-cornamenta -reía Sirius, causando las risas de dos de los presentes y el sonrojo en los otros dos que quedábamos
-          Esto….mmmmm……creo -comencé a balbucear, no era que no me gustara la idea, la verdad es que se escuchaba muy interesante, pero que Sirius lo dijera así, me ponía muy nerviosa -eso no es seguro -logre decir mirando el suelo como si fuese lo más interesante en el universo
-          Bueno espero que seas tú porque no me imagino con otra chica -respondió James con una de sus hermosas sonrisas, la cual correspondí con una tímida
-          Como sea -siguió Remus sonriendo de lado al ver la escena- es tu hijo y Voldemort lo busca ¿Por qué?- inquirió Lupin
-          Creo que eso lo iremos descubriendo a medida que leamos los libros -nos dijo Dumbledore
-          De todas formas no me gusta eso de que persigan a mi hijo -dijo preocupado James.-aparte de que esa rata nos traiciono y se fue con los magos tenebrosos -dijo con tristeza. Antes de que pudiera decir o hacer cualquier cosa para hacerlo sentir mejor, frente a nosotros apareció una comadreja luminosa, un patronus.
-          Somos los Weasley, estamos en los pasillos del séptimo piso-dijo la voz de un hombre
-          Vuelvo enseguida -dijo el director mientras salía, a los pocos minutos regreso con un hombre y una mujer, ambos pelirrojos y regordetes, con miradas amables
-          Hola prima -saludo Sirius a la mujer- ¿Cómo han estado?
-          Muy bien, gracias-dijo la mujer sonriendo, luego nos miro al resto -  hola mi nombre es Molly y el es Arhur mi marido -dijo con una sonrisa
-          Hola- dijimos todos al unísono, James continuo -mi nombre es James Potter, ella es Lily Evans y el es Remus Lupin - nos presentó.
-          Un gusto -dijo el matrimonio
-          Ok, antes de que llegaran estábamos escogiendo quien leía el siguiente capítulo -sonrió Dumbledor
-          Yo leeré el siguiente capitulo -se ofreció James de voluntario - después de todo habla de mi hijo -termino encogiéndose de hombros mientras le entregaba el libro

La cicatriz
-          Que nombre más raro para un capitulo -comento Sirius
-          Shhhhhhh-lo shisté, quería escuchar lo que decía el libro

Harry se hallaba acostado boca arriba, jadeando como si hubiera estado corriendo. Acababa de despertarse de un sueño muy vívido y tenía las manos sobre la cara. La antigua cicatriz con forma de rayo le ardía bajo los dedos como si alguien le hubiera aplicado un hierro al rojo vivo.
-          ¿por qué mi hijo tiene una cicatriz en la frente?- dijo James pensativo
-          No lo se pero esa descripción se oye muy dolorosa -se estremeció Sirius, con la mano hiso un ademan para que James continuara la lectura

Se incorporó en la cama con una mano aún en la cicatriz de la frente y la otra buscando en la oscuridad las gafas, que estaban sobre la mesita de noche. Al ponérselas, el dormito­rio se convirtió en un lugar un poco más nítido, iluminado por una leve y brumosa luz anaranjada que se filtraba por las cortinas de la ventana desde la farola de la calle.

-          Saco de ti lo miope- se burló Remus haciendo reír a Sirius y a los señores Weasley, James lo miro feo pero no dijo nada

Volvió a tocarse la cicatriz. Aún le dolía. Encendió la lámpara que tenía a su lado y se levantó de la cama; cruzó el dormitorio, abrió el armario ropero y se miró en el espejo que había en el lado interno de la puerta. Un delgado mucha­cho de catorce años le devolvió la mirada con una expresión de desconcierto en los brillantes ojos verdes, que relucían bajo el enmarañado pelo negro. Examinó más de cerca la ci­catriz en forma de rayo del reflejo. Parecía normal, pero se­guía escociéndole.
Harry intentó recordar lo que soñaba antes de desper­tarse. Había sido tan real... Aparecían dos personas a las que conocía, y otra a la que no. Se concentró todo lo que pudo, frunciendo el entrecejo, tratando de recordar...
Vislumbró la oscura imagen de una estancia en penum­bra. Había una serpiente sobre una alfombra... un hombre pequeño llamado Peter y apodado Colagusano... y una voz fría y aguda... la voz de lord Voldemort. Sólo con pensarlo, Harry sintió como si un cubito de hielo se le hubiera desliza­do por la garganta hasta el estómago.

-          O sea que lo que leimos anteriormente fue el sueño de mini-cornamenta -aventuro Sirius
-          Y también quiere decir -comnzo Remus -que se a enfrentado a Voldemort, dice conocer su voz -al pronunciar Voldemort los señores Weasley se estremecieron -quiere decir que a los 14 años de tu hijo ¿Voldemort seguirá vivo?
-          Pero débil, recuerden lo que decía el primer capitulo -dije
-          No estoy muy seguro que eso sea un sueño -dijo un pensativo director -por favor , señor Potter, continúe con la lectura -James cabeceó y antes de leer murmuro
-          No me gusta a donde se dirige esto

Apretó los ojos con fuerza e intentó recordar qué aspec­to tenía lord Voldemort, pero no pudo, porque en el momento en que la butaca giró y él, Harry, lo vio sentado en ella, el es­pasmo de horror lo había despertado... ¿o había sido el dolor de la cicatriz?
¿Y quién era aquel anciano? Porque ya tenía claro que en el sueño aparecía un hombre viejo: Harry lo había visto caer al suelo. Las imágenes le llegaban de manera confusa. Se volvió a cubrir la cara con las manos e intentó represen­tarse la estancia en penumbra, pero era tan difícil como tra­tar de que el agua recogida en el cuenco de las manos no se escurriera entre los dedos. Voldemort y Colagusano habían hablado sobre alguien a quien habían matado, aunque no podía recordar su nombre... y habían estado planeando un nuevo asesinato: el suyo.

-          No puedo creer que ese pedazo de…. -comenzó James, luego miro y se dio cuenta que estaba el director -escoria planeé el asesinato de mi hijo -termino apretando la mandíbula, el resto miraba con furia el libro como si este tuviera la culpa de todo, luego de unos momentos James se calmo un poco y siguió con la lectura.

Harry apartó las manos de la cara, abrió los ojos y ob­servó a su alrededor tratando de descubrir algo inusitado en su dormitorio. En realidad, había una cantidad extraordinaria de cosas inusitadas en él: a los pies de la cama había un baúl grande de madera, abierto, y dentro de él un calde­ro, una escoba, una túnica negra y diversos libros de embru­jos; los rollos de pergamino cubrían la parte de la mesa que dejaba libre la jaula grande y vacía en la que normalmente descansaba Hedwig, su lechuza blanca; en el suelo, junto a la cama, había un libro abierto. Lo había estado leyendo por la noche antes de dormirse. Todas las fotos del libro se mo­vían. Hombres vestidos con túnicas de color naranja bri­llante y montados en escobas voladoras entraban y salían de la foto a toda velocidad, arrojándose unos a otros una pe­lota roja.



-          Quidditch -dijeron emocionados los merodeadores
-          ¿creen que Harry juegue? -pregunto James más animado
-          Claro, es tu hijo, apuesto que es un excelente jugador -dije mientras le sonreía, el me correspondió con una muy encantadora



Harry fue hasta el libro, lo cogió y observó cómo uno de los magos marcaba un tanto espectacular colando la pe­lota por un aro colocado a quince metros de altura. Luego cerró el libro de golpe. Ni siquiera el quidditch (en opinión de Harry, el mejor deporte del mundo) podía distraerlo en aquel momento. Dejó Volando con los Cannonsen su mesita de noche, se fue al otro extremo del dormitorio y retiró las cortinas de la ventana para observar la calle.
El aspecto de Privet Drive era exactamente el de una respetable calle de las afueras en la madrugada de un sába­do. Todas las ventanas tenían las cortinas corridas. Por lo que Harry distinguía en la oscuridad, no había un alma en la calle, ni siquiera un gato.



-          Tu hijo parece muy preocupado -comento Black
-          No es paramenos, quien-tu-sabes esta plañendo asesinarlo -hablo por primera vez Athur, su esposa le dio un codazo mirando a James que se veía preocupado -lo siento -se disculpo
-          No importa, nos ocuparemos de eso -respondió -¿Qué demonios hago viviendo en Privet Drive?, pensé que tal vez viviría en el Valle de Godric -dijo pensativo, nadie hizo otro comentario


Y aun así, aun así... Nervioso, Harry regresó a la cama, se sentó en ella y volvió a llevarse un dedo a la cicatriz. No era el dolor lo que le incomodaba: estaba acostumbrado al dolor y a las heridas. En una ocasión había perdido todos los huesos del brazo derecho, y durante la noche le habían vuel­to a crecer, muy dolorosamente. No mucho después, un col­millo de treinta centímetros de largo se había clavado en aquel mismo brazo. Y durante el último curso, sin ir más lejos, se había caído desde una escoba voladora a quince me­tros de altura. Estaba habituado a sufrir extraños acciden­tes y heridas: eran inevitables cuando uno iba al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, y él tenía una habilidad especial para atraer todo tipo de problemas.




-          Todo un merodeador -dijo orgulloso con una sonrisa traviesa hacia sus amigos quienes le correspondieron con una igual
-          ¿Cómo puedes estar orgulloso escuchando todos los accidentes que ese pobre chico a tenido? -dije -un poco alterada, más que mal, el chico podría ser mi hijo o por lo menos eso quería yo, secretamente, lo iba a admitir a menos que eso se comprobara
-          Es normal atraer esa clase de problemas siendo un merodeador -me respondió Sirius encogiéndose de hombros
-          Y como dice el libro, es inevitable asistiendo a Hogwarts -termino Remus, James me sonrió y siguió con la lectura


No, lo que a Harry le incomodaba era que la última vez que le había dolido la cicatriz había sido porque Voldemort estaba cerca. Pero Voldemort no podía andar por allí en esos momentos... La misma idea de que lord Voldemort me­rodeara por Privet Drive era absurda, imposible.


-          ¿Por qué le duele la cicatriz cuando Voldemort se le acerca? -pregunte asustada
-          No lo se esto es raro -se asustó James, me acerque y lo habrase para confortarlo, este paso uno de sus brazos por mis hombros


Harry escuchó atentamente en el silencio. ¿Esperaba sorprender el crujido de algún peldaño de la escalera, o el susurro de una capa? Se sobresaltó al oír un tremendo ronquido de su primo Dudley, en el dormitorio de al lado.
Harry se reprendió mentalmente. Se estaba compor­tando como un estúpido: en la casa no había nadie aparte de él y de tío Vernon, tía Petunia y Dudley, y era evidente que ellos dormían tranquilos y que ningún problema ni dolor había perturbado su sueño.



-          Conozco esos nombres, dos de ellos, por lo menos -dije tensa
-          ¿Qué?, ¿Quiénes son? -pregunto Remus
-          ¿tu hermana no se llama Petunia? -pregunto James mirándome directo a los ojos
-          Si y Vernon es el chico con el que sale -respondí
-          Eso quieres decir que si eres la madre de mi hijo -dijo alegremente
-          Así parece -dije sonrojándome, pero dándole una tímida sonrisa, luego recordé algo y mi sonrisa se borro -¿Por qué Harry esta con Petunia si ella detesta todo lo que tiene que ver con migo y la magia?
-          Tal ves se reconciliaron -respondió James, luego sonrió -puede que hayamos querido un tiempo a solas para divertirnos y mandamos a Harry a su casa
-          ¡James! -dije muy colorada, cosa que hizo reír a los presentes, él se calmo y leyó.


Cuando más le gustaban los Dursley a Harry era cuan­do estaban dormidos; despiertos nunca constituían para él una ayuda. Tío Vernon, tía Petunia y Dudley eran los úni­cos parientes vivos que tenía.


James se puso muy pálido, yo estaba en shock, Remus y Sirius nos miraban como no queriendo creer lo que se había leído, James leyó ese párrafo unas tres veces para asegurarse que había leído bien, pero todas esas veces era lo mismo, Harry tenia solo tres parientes vivos, Petunia, Vernon y su primo
-          ¿y nosotros que? -pregunte en un susurro
-          No se, pero descubrimos porque esta con ellos -dijo James abrazándome con fuerza
-          Tranquilos -dijo Sirius cuando se recupero de la noticia -no permitiremos que nada de eso pase, estos libros fueron enviados para evitarlo -le di una sonrisa de agradecimiento, James solo asintió muy serio y leyó


Eran muggles (no magos) que odiaban y despreciaban la magia en cualquiera de sus for­mas, lo que suponía que Harry era tan bienvenido en aque­lla casa como una plaga de termitas. Habían explicado sus largas ausencias durante el curso en Hogwarts los últimos tres años diciendo a todo el mundo que estaba internado en el Centro de Seguridad San Bruto para Delincuentes Juve­niles Incurables. Los Dursley estaban al corriente de que, como mago menor de edad, a Harry no le permitían hacer magia fuera de Hogwarts, pero aun así le echaban la culpa de todo cuanto iba mal en la casa. Harry no había podido confiar nunca en ellos, ni contarles nada sobre su vida en el mundo de los magos. La sola idea de explicarles que le dolía la cicatriz y que le preocupaba que Voldemort pudiera estar cerca, le resultaba graciosa.



-          Pobre chico -susurro Molly
-          Malditos muggles -escupió Remus
-          Me las van a pagar -soltó un enfurecido James
-          Esto amerita una linda y bien planeada broma de los merodeadores -dijo Sirius muy serio, al resto de los merodeadores quienes asintieron
-          Me apunto -dije sorprendiendo a todos -¿Qué?, es mi hijos, puedo permitir que me trate así a mi, pero no a mi Harry -respondí a la defensiva sus miradas, James sonrió de oreja a oreja y me beso, le correspondí
-          Busquen una habitación-se burlo Sirius haciendo reír a todos, luego de calmarnos, James siguió leyendo.


Y sin embargo había sido Voldemort, principalmente, el responsable de que Harry viviera con los Dursley. De no ser por él, Harry no tendría la cicatriz en la frente. De no ser por él, Harry todavía tendría padres...

El momento divertido, se fue tan rápido como llego, todos en la habitación quedaron ensombrecidos.

-          Eso no pasara -volvió a decir Sirius
-          Nos encargaremos de eso -aseguro Remus
-          Gracias chicos -dije con voz quebrada, mientras James les mandaba una sonrisa triste de agradecimiento
-          Me pregunto ¿Dónde estamos nosotros? -dijo Sirius pensativo, refiriéndose a él y a Remus -yo feliz me hubiese quedado con Harry para cuidarlo
-          Tal ves nosotros también…-comenzó Remus
-          Será mejor que sigamos con la lectura para descubrirlo -Hablo por primera vez Arthur


Tenía apenas un año la noche en que Voldemort (el mago tenebroso más poderoso del último siglo, un brujo que había ido adquiriendo poder durante once años) llegó a su casa y mató a sus padres. Voldemort dirigió su varita hacia Harry, lanzó la maldición con la que había eliminado a tantos magos y brujas adultos en su ascensión al poder e, increíblemente, ésta no hizo efecto: en lugar de matar al bebé, la maldición había rebotado contra Voldemort. Harry había sobrevivido sin otra lesión que una herida con forma de rayo en la fren­te, en tanto que Voldemort quedaba reducido a algo que ape­nas estaba vivo. Desprovisto de su poder y casi moribundo, Voldemort había huido; el terror que había atenazado a la comunidad mágica durante tanto tiempo se disipó, sus seguidores huyeron en desbandada y Harry se hizo famoso.



-          Es poderoso, nuestro bebé es poderos -dije en un sollozo
-          ¿Cómo un bebé pudo reducir a un mago como ese? -pregunto Molly
-          Solo podemos hacer conjeturas sobre eso -dijo repentinamente Dumbledore -se que es difícil seño Potter, pero creo que debería seguir la lectura, James obedeció




Fue bastante impactante para él enterarse, el día de su undécimo cumpleaños, de que era un mago. Y aún había re­sultado más desconcertante descubrir que en el mundo de los magos todos conocían su nombre. Al llegar a Hogwarts, las cabezas se volvían y los cuchicheos lo seguían por donde­quiera que iba. Pero ya se había acostumbrado: al final de aquel verano comenzaría el cuarto curso. Y contaba los días que le faltaban para regresar al castillo.


-          Pobre chico, ser famoso por algo tan trágico -comento Molly
-          ¿11 años?, Petunia conoce la existencia de la magia ¿Por qué no se lo dijo antes? -dije molesta, James se encogió de hombros frunciendo el seño y siguió con la lectura


Pero todavía quedaban dos semanas para eso. Abatido, volvió a repasar con la vista los objetos del dormitorio, y sus ojos se detuvieron en las tarjetas de felicitación que sus dos mejores amigos le habían enviado a finales de julio, por su cumpleaños. ¿Qué le contestarían ellos si les escribía y les explicaba lo del dolor de la cicatriz?
De inmediato, la voz asustada y estridente de Hermione Granger le vino a la cabeza:
¿Que te duele la cicatriz? Harry, eso es tremendamente grave... ¡Escribe al profesor Dumbledore! Mientras tanto yo iré a consultar el libro Enfermedades y dolencias mágicas frecuentes... Quizá encuentre algo sobre cicatrices produci­das por maldiciones...

-          Ja! Me suena a sierta pelirroja -dijo burlonamente Sirius, lo mire mal, pero de seguro hubiese echo lo mismo, por lo que no dije nada


Sí, ése sería el consejo de Hermione: acudir sin demora al director de Hogwarts, y entretanto consultar un libro. Harry observó a través de la ventana el oscuro cielo entre negro y azul. Dudaba mucho que un libro pudiera ayudarlo en aquel momento. Por lo que sabía, era la única persona viva que había sobrevivido a una maldición como la de Vol­demort, así que era muy improbable que encontrara sus síntomas en Enfermedades y dolencias mágicas frecuentes. En cuanto a lo de informar al director, Harry no tenía la más remota idea de adónde iba Dumbledore en sus vacacio­nes de verano. Por un instante le divirtió imaginárselo, con su larga barba plateada, túnica talar de mago y sombrero puntiagudo, tumbándose al sol en una playa en algún lugar del mundo y dándose loción protectora en su curvada na­riz.


Todos estallamos en carcajadas por las ocurrencias de Harry
-          Humor de merodeador -soltaron los tres merodeadores, Dumbledore veía divertido la escena, luego de unos minutos de risas, nos calmamos y James continuo


Pero, dondequiera que estuviera Dumbledore, Harry estaba seguro de que Hedwiglo encontraría: la lechuza de Harry nunca había dejado de entregar una carta a su desti­natario, aunque careciera de dirección. Pero ¿qué pondría en ella?

Querido profesor Dumbledore: Siento molestarlo, pero la cicatriz me ha dolido esta mañana. Atenta­mente, Harry Potter.


-          Creo que eso estaría bien- dijo Dumbledore encogiéndose de hombros


Incluso en su mente, las palabras sonaban tontas.
Así que intentó imaginarse la reacción de su otro mejor amigo, Ron Weasley, y al instante el pecoso rostro de Ron, con su larga nariz, flotaba ante él con una expresión de des­concierto:
¿Que te duele la cicatriz? Pero... pero no puede ser que Quien-tú-sabes esté ahí cerca, ¿verdad? Quiero decir... que te habrías dado cuenta, ¿no? Intentaría liquidarte, ¿no es cierto? No sé, Harry, a lo mejor las cicatrices producidas por maldiciones duelen siempre un poco... Le preguntaré a mi padre...


-          ¡Ron Weasley!- dijo emocionado Arthur -ese debe ser nuestro hijo -dijo feliz a Molly
-          No lo se la familia Weasley es muy grande -contesto esta con una sonrisa


El señor Weasley era un mago plenamente cualificado que trabajaba en el Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles del Ministerio de Magia, pero no te­nía experiencia en materia de maldiciones, que Harry su­piera. En cualquier caso, no le hacía gracia la idea de que toda la familia Weasley se enterara de que él, Harry, se ha­bía preocupado mucho a causa de un dolor que seguramente duraría muy poco. La señora Weasley alborotaría aún más que Hermione; y Fred y George, los gemelos de dieciséis años hermanos de Ron, podrían pensar que Harry estaba perdiendo el valor. Los Weasley eran su familia favorita: es­peraba que pudieran invitarlo a quedarse algún tiempo con ellos (Ron le había mencionado algo sobre los Mundiales de quidditch), y no quería que esa visita estuviera salpicada de indagaciones sobre su cicatriz.



-          Vaya, al parecer nuestros hijos son muy amigos -dijo James con un gran sonrisa a los Weasley
-          Como dije no estamos seguros….
-          ¿Por qué más los llamaron a ustedes entre todos los Weasley si no se los mencionaran? -pregunto Sirius sonriendo.


Harry se frotó la frente con los nudillos. Lo que real­mente quería (y casi le avergonzaba admitirlo ante sí mis­mo) era alguien como... alguien como un padre: un mago adulto al que pudiera pedir consejo sin sentirse estúpido, alguien que lo cuidara, que hubiera tenido experiencia con la magia oscura...


La tristeza se presento de nuevo ante nosotros, este libro provocaba que las emociones de todos cambiaran más rápido que decir Merlín, si no fuera por Voldemortl, me tendría a mi, tendría a James, podría hablar con nosotros sobre las cosas que le molestaban, preguntar sus dudas y no tendría que estar esforzándose en encontrar alguien en quien confiar esas cosas que le asustaban tanto, silenciosas lagrimas cayeron por mis mejillas al pensar en eso, James, al darse cuenta dejo el libro a un lado y me abrazó, todos nos miraban con tristeza. Luego de calmarme James tomo el libro y leyó.




Y entonces encontró la solución. Era tan simple y tan obvia, que no podía creer que hubiera tardado tanto en dar con ella: Sirius.

-          ¡hey!, el chico confía en mi -dijo Sirius con una gran sonrisa
-          Si por eso olvido tu existencia ase un párrafo atrás -ironizo Remus
-          Si, eso es raro, ¿Quién olvidaría mi increíble existencia? Y si estoy vivo, ¿por qué  no esta con migo?
-          ¿por qué no me dejas leer y lo descubrimos?

Harry saltó de un brinco de la cama, fue rápidamente al otro extremo del dormitorio y se sentó a la mesa. Sacó un tro­zo de pergamino, cargó de tinta la pluma de águila, escribió «Querido Sirius», y luego se detuvo, pensando cuál sería la mejor forma de expresar su problema y sin dejar de extra­ñarse de que no se hubiera acordado antes de Sirius. Pero bien mirado no era nada sorprendente: al fin y al cabo, hacía menos de un año que había averiguado que Sirius era su padrino.


-          ¡seré el padrino de mini-cornamenta! -salto Sirius feliz, luego se puso serio -¿por qué se entero ase tan poco que yo soy su padrino?
-          No lo se, pero aquí dice que hay un motivo simple para explicarlo, asi que ¿me dejas leer? -pregunto divertido James



Había un motivo muy simple para explicar la total au­sencia de Sirius en la vida de Harry: había estado en Azkaban, la horrenda prisión del mundo mágico vigilada por unas criaturas llamadas dementores, unos monstruos cie­gos que absorbían el alma y que habían ido hasta Hogwarts en persecución de Sirius cuando éste escapó. Pero Sirius era inocente, ya que los asesinatos por los que lo habían conde­nado eran en realidad obra de Colagusano, el secuaz de Vol­demort a quien casi todo el mundo creía muerto. Harry, Ron y Hermione, sin embargo, sabían que la verdad era otra: el curso anterior habían tenido a Colagusano frente a frente, aunque luego sólo el profesor Dumbledore les había creído.

-          Vaya, eso lo explica -dijo pensativo Sirius -yo en ¿Azkaban?
-          Y lograste escapar, eso es imposible -se impresiono Remus
-          Y fuiste culpado por los asesinatos que cometió colagusano -dijo furioso James
-          Y mi hijo se enfrento a ese…. asesino -dije preocupada
-          Y mi pequeño Ron también -dijo Molly también con miedo
-          Y colagusano se hiso pasar por muerto y tu ahora eres un fugitivo, quiero decir en el futuro lo serás -dijo Arthur
-          Por lo menos el profesor Dumbledore y Harry saben la verdad -dijo encogiéndose de hombros -ya descubrimos que paso con migo, pero ¿y tu, lunático? ¿Donde demonios estas? -Remus se encogió de hombros y le pidió que James que siguiera leyendo


Durante una hora de gloriosa felicidad, Harry había creído que podría abandonar a los Dursley, porque Sirius le había ofrecido un hogar una vez que su nombre estuviera rehabilitado. Pero aquella oportunidad se había esfumado muy pronto: Colagusano se había escapado antes de que hu­bieran podido llevarlo al Ministerio de Magia, y Sirius ha­bía tenido que huir volando para salvar la vida. Harry lo había ayudado a hacerlo sobre el lomo de un hipogrifo lla­madoBuckbeak, y desde entonces Sirius permanecía oculto. Harry se había pasado el verano pensando en la casa que habría tenido si Colagusano no se hubiera escapado. Había resultado especialmente duro volver con los Dursley sa­biendo que había estado a punto de librarse de ellos para siempre.


-          Maldito colagusano -dijo Sirius con la mandíbula apretada por la ira.



No obstante, y aunque no pudiera estar con Sirius, éste había sido de cierta ayuda para Harry. Gracias a Sirius, ahora podía tener todas sus cosas con él en el dormitorio. Antes, los Dursley no lo habían consentido: su deseo de ha­cerle la vida a Harry tan penosa como fuera posible, unido al miedo que les inspiraba su poder, habían hecho que todos los veranos precedentes guardaran bajo llave el baúl esco­lar de Harry en la alacena que había debajo de la escalera. Pero su actitud había cambiado al averiguar que su sobrino tenía como padrino a un asesino peligroso (oportunamente, Harry había olvidado decirles que Sirius era inocente).

-          Bien echo Harry -dijo feliz Sirius -si me entero que te han seguido mortificando, les daré una razón para encerrarme en Azkaban
-          Gracias Sirius -dijo James con una gran sonrisa -pero preferiría que mi hermano no terminara en Azkaban


Desde que había vuelto a Privet Drive, Harry había re­cibido dos cartas de Sirius. No se las había entregado una le­chuza, como era habitual en el correo entre magos, sino unos pájaros tropicales grandes y de brillantes colores. AHedwig no le habían hecho gracia aquellos llamativos intrusos y se había resistido a dejarlos beber de su bebedero antes de vol­ver a emprender el vuelo. A Harry, en cambio, le habían gus­tado: le habían hecho imaginarse palmeras y arena blanca, y esperaba que dondequiera que se encontrara Sirius (él nunca decía dónde, por si interceptaban la carta) se lo estuviera pasando bien. Harry dudaba que los dementores sobrevivieran durante mucho tiempo en un lugar muy soleado. Quizá por eso Sirius había ido hacia el sur. Las cartas de su padrino (ocultas bajo la utilísima tabla suelta que había debajo de la cama de Harry) mostraban un tono alegre, y en ambas le in­sistía en que lo llamara si lo necesitaba. Pues bien, en aquel momento lo necesitaba...

-          Yo estaré más que feliz de ayudarte -sonrió Sirius
-          Gracias por preocuparte por mi hijo, Sirius -dije con una sonrisa
-          No hay problema, pelirroja -dijo guiñándome un ojo

La lámpara de Harry pareció oscurecerse a medida que la fría luz gris que precede al amanecer se introducía en el dormitorio. Finalmente, cuando los primeros rayos de sol daban un tono dorado a las paredes y empezaba a oírse rui­do en la habitación de tío Vernon y tía Petunia, Harry des­pejó la mesa de trozos estrujados de pergamino y releyó la carta ya acabada:

Querido Sirius:
Gracias por tu última carta. Vaya pájaro más grande: casi no podía entrar por la ventana.
Aquí todo sigue como siempre. La dieta de Dudley no va demasiado bien. Mi tía lo descubrió ayer escondiendo en su habitación unas rosquillas que había traído de la calle. Le dijeron que ten­drían que rebajarle la paga si seguía haciéndolo, y él se puso como loco y tiró la videoconsola por la ventana. Es una especie de ordenador en el que se puede jugar. Fue algo bastante tonto, realmente, porque ahora ni siquiera puede evadirse con su Mega-Mutilation, tercera generación.
Yo estoy bien, sobre todo gracias a que tienen muchísimo miedo de que aparezcas de pronto y los conviertas en murciélagos.
Sin embargo, esta mañana me ha pasado algo raro. La cicatriz me ha vuelto a doler. La última vez que ocurrió fue porque Voldemort estaba en Hog­warts. Pero supongo que es imposible que él ronde ahora por aquí, ¿verdad? ¿Sabes si es normal que las cicatrices producidas por maldiciones duelan años después?
Enviaré esta carta en cuanto regrese Hedwig. Ahora está por ahí, cazando. Recuerdos a Buckbeak de mi parte.
Harry

-          La verdad Harry, no lo se -dijo Sirius pensativo, lo que nos hiso gracia a todos -¿usted lo sabe profesor?, mi ahijado necesita una respuesta rápido- dijo mirando al profesor Dumbledore, todos saltamos en carcajadas -¿de que se ríen? -pregunto molesto
-          Harry aun no nace -dije entre carcajadas
-          Bueno es mejor estar preparado -mascullo, nos llevo un rato calmarnos para poder seguir con la lectura


«Sí —pensó Harry—, no está mal así.» No había por qué explicar lo del sueño, pues no quería dar la impresión de que estaba muy preocupado. Plegó el pergamino y lo dejó a un lado de la mesa, preparado para cuando volvieraHed­wig. Luego se puso de pie, se desperezó y abrió de nuevo el armario. Sin mirar al espejo, empezó a vestirse para bajar a desayunar.


-          Aquí termina
-          Creo que deberíamos comer leer un capitulo más y luego comer algo -propuso Dumbledore
-          Yo leeré el siguiente -salto Sirius quitando le a James el libreo de las manos
-          ¡Wow! -exclamo Remus -quien diría que canuto se entusiasmaría tanto por leer un libro, tu hijo provoca cosas extraordinarias -termino con una carcajada
-          Cuando se trata de cosas importantes como mi ahijado, por supuesto que me entusiasmo -dijo frunciéndole el seño y luego se consentro en el libro.

5 comentarios:

  1. holaaa me encantoo tu nove la empeze a leer en potterfics y me encanto tienes que seguirla ehh no la dejes yo me quede en el capituloo el ultimo que dejasteee sol te pido una cosa que aprescan ron hermione y harry pliss
    tu nueva fiel lectora

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  2. hola!!, empecé a seguir tu historia en potterfics y me encantó, espero que actualices pronto

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  3. Haha esta super genial! Por favor no la abandones! (: actualiza pronto '♥

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  4. seguila por aca si ya no podes en potterfics!! un besoo y buena suerte :)

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  5. Hola soy la abuelita_weasley jajja bueno tenme aqui para seguir leyendo esta genial historia vale cuidate mucho yespero no tardes en actualizar cuidate

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