sábado, 12 de noviembre de 2011

La mansión de los Ryddle


A la mañana siguiente me levante muy temprano ya que todo eso de los libros no me dejo dormir muy bien me duche, vestí y baje a esperar que mi novio se levantara, pero me sorprendí al ver que ya estaba ahí
- buenos días bella durmiente- dijo luego de besarme- ¿cómo dormiste?
- no dormí mucho, todo esto de los libros me tiene muy intrigada
- si a nosotros también, pelirroja- dijo Sirius desde las escaleras de los dormitorios
- si me doy cuenta, ustedes nunca se levantan temprano-dije riendo
- yo siempre me levanto temprano-dijo Remus con falso tono de ofendido
Bajamos juntos al Gran Comedor y en unos minutos se no unió Peter, comimos y reímos con las bromas que decían los chicos, evitamos el tema de los libros como dijo James. Cuando estábamos llegando a las mazmorras para la clase de pociones, apareció  Snape, de su cabeza salía mucha espuma.
- Ustedes, malditos- dijo dirigiéndose a los merodeadores que aguantaban las carcajadas- se que fueron ustedes- estaba furioso y los apuntaba con su varita
- ¿nosotros?-pregunto James, con fingida inocencia-por lo menos yo no recuerdo haber echo nada, ¿y tu canuto?
-mmm....- pensó Sirius- no, pensándolo bien, no recuerdo hacer eso, ¿que hay de ti lunático?
-definitivamente no-dijo Remus serio- ¿que me dices colagusano?
-que si hubiese echo algo como eso con mis amigos lo recordaría- respondió Peter con algo de tristeza en su voz chillona
-ya ves, ninguno de nosotros lo hizo -reía James- pero no deberías enojarte, el que lo hizo, te hizo un favor, tu pelo ya escurría de tanta grasa -un estallido de carcajadas se escucho a nuestro alrededor
-¡no me provoques Potter! -grito Severus con la mandíbula apretada, justo en ese momento apareció Slughorn, el profesor de pociones
-bueno adentro chicos, luego siguen con sus juegos -dijo alegremente, luego se fijo en Snape-vaya a enjuagarse el cabello antes de entrar a mi clase - de nuevo estallaron las carcajadas, luego de eso comenzamos con las clases, no volvimos a ver a
Severus en toda la tarde.
Las clases de la tarde terminaron y nos dirigimos a dejar nuestras cosas a la torre de Gryffindor
-¿qué haremos esta tarde? -le pregunto Peter a los chicos
-lo siento colagusano, pero tengo una tarde planeada con Lily -dijo James guiñándome un ojo
-oh!, esta bien, ¿qué hay de ustedes chicos? -dijo dirigiéndose a sus otros 2 amigos
-una chica me espera en una de las aulas bacías -respondió Sirius con una sonrisa
-así que solo somos tu y yo, lunático -siguió Peter
-lo siento, colagusano, tengo que terminar mi trabajo de historia de la magia con Carolina -respondió un tanto apenado Remus
-esta bien, iré a la habitación y veré que hago -dijo cabizbajo.
Salimos por separado por si nos veía, los chicos en el camino a la sala de los menesteres se veían un tanto apenados por dejar a su amigo atrás, pero cuando entramos y vimos al profesor Dumbledore esperándonos se les olvido
-¿y bien?-pregunté nerviosa
- son totalmente seguros de leer, no contienen ni el más mínimo rastro de magia oscura, pero antes mientras estaba en mi des pacho llego esto-Dumbledor saco una carta de dentro de su túnica-dice:
Estimado profesor Dumbledor:
Como vemos fue avisado de la existencia de los libros, y para que sea más fácil y rápida la lectura, hemos hechizado la sala de los menesteres para que el tiempo solo pase dentro de la misma, mientras que en el exterior de ella el tiempo se detendrá.
Sin mas novedades nos despedimos y esperamos que sea una agradable lectura.
                            Atte.   La orden del fénix
-bien eso nos es de mucha ayuda, ya que no tendremos que ir a clases -dijo un sonriente Sirius
-entonces ¿quién es voluntario para leer primero?-dijo sonriendo
-yo leeré el primer capitulo -me ofrecí, el director saco el primer libro donde comenzaron a aparecer las palabras del titulo, me aclare la garganta y leí:

Harry Potter y el cáliz de fuego

-¿Harry Potter? -pregunto James- yo no conozco a ningún Harry Potter y tendría que ser de mi familia, Potter no es un apellido muy común
-te recuerdo, cornamenta, que estos libros son de futuro, podría ser tu hijo -argumento Remus
-¿puedo seguir leyendo?
- si lo siento -respondió James

Capitulo 1: La Mansión de los Ryddle

-¿cómo Voldemort? -pregunto Sirius
- le recuerdo señor Black, que estos libros fueron enviados para que logremos derrotar a Voldemort -contesto el director- por favor prosiga señorita Evans - asentí y seguí con la lectura

Los aldeanos del Pequeño Hangleton seguían llamándola "La mansión de los Ryddle", aunque hacía ya muchos años que los Ryddle no vivían en ella. Erigida  sobre una colina que dominaba la aldea, tenía segada con tablas algunas ventanas, al tejado le faltaban tejas y la hiedra se extendía a sus anchas por la fachada. En otro tiempo había sido una mansión hermosa y, con diferencia, el edificio más señorial y de mayor tamaño en un radio de varios kilómetros, pero ahora estaba abandonada y ruinosa, y nadie vivía en ella.


-si nadie vive en ella, ¿de que nos sirve escuchar de ella?- pregunto Sirius malhumorado
-si te callas y escuchas tal ves nos enteremos de algo -dije irritada
-si, de como se ve una vieja mansión, seguro eso nos ayuda a derrotar a Voldemort -dijo sarcástico- ¿no puedes saltarte toda esa basura?
-canuto, escuchaste que las palabras irán apareciendo a medida que leamos, porque no dejas que Lily siga leyendo a ver que pasa -dijo James, Sirius se enfurruño y suspiro, seguí con la lectura


En Pequeño Hangleton todos coincidían en que la vieja mansión era siniestra. Medio siglo antes había ocurrido en ella algo extraño y horrible, algo que todavía gustaban hablar los habitantes cuando los temas de chismorroteo se agotaban. Habían relatado tantas veces la historia y le habían añadido tantas cosas, que nadie estaba seguro de cuál era la verdad. Todas las versiones, no obstante, comenzaban en el mismo punto: cincuenta años antes, en el amanecer de una soleada mañana de verano, cuando la mansión de los Ryddle aún conservaba su imponente apariencia, la criada había entrado a la sala y había hallado muerto a los tres Ryddle.



-ok, ahora si parece una digna historia que escuchar y se acerca más a una historia que podría contener información importante -sentenció Black
-así que ¿ahora me vas a dejar leer tranquila? -pregunte molesta
-calma pelirroja, prometo portarme bien desde ahora -dijo con una sonrisa
-eso espero -dije suspirando para seguir mi lectura.




La mujer había bajado corriendo y gritando por la coli­na hasta llegar a la aldea, despertando a todos los que había podido.
—¡Están allí echados con los ojos muy abiertos! ¡Están fríos como el hielo! ¡Y llevan todavía la ropa de la cena!


-          Eso me suena a una maldición imperdonable - dijo Remus pensativo
-          Si y a todos nosotros, pero creo que deberías dejarme leer para confirmar -dije molesta.




Llamaron a la policía, y toda la aldea se convirtió en un hervidero de curiosidad, de espanto y de emoción mal disi­mulada. Nadie hizo el menor esfuerzo en fingir que le ape­naba la muerte de los Ryddle, porque nadie los quería. El señor y la señora Ryddle eran ricos, esnobs y groseros, aun­que no tanto como Tom, su hijo ya crecido. Los aldeanos se preguntaban por la identidad del asesino, porque era evi­dente que tres personas que gozan, aparentemente, de bue­na salud no se mueren la misma noche de muerte natural.

-          Por supuesto que nadie los quería, eran una familia horrenda -dijo James molesto
-          Como puedes saber que eran horrendos si ni los conoces - pregunto Remus
-          Hay que ver como salió Voldemort -escupió enojado
-          ¿se dan cuenta que dice que Tom también esta muerto? -pregunto Sirius
-          Tal ves ese tal Harry Potter los mato a todos incluido a Voldemort -respondió Remus
-          Lamento interrumpir tan interesante conjetura, pero creo que a lo que ese párrafo se refiere es que el padre de Voldemort esta muerto, el también se llama Tom, en realidad, por su padre le pusieron así -dijo el director, quien permanecía tan concentrado y callado que se nos había olvidado su presencia, luego me sonrió -puede seguir con su lectura señorita Evans.


El Ahorcado, que era como se llamaba la taberna de la aldea, hizo su agosto aquella noche, ya que todo el mundo acudió para comentar el triple asesinato. Para ello habían dejado el calor de sus hogares, pero se vieron recompensa­dos con la llegada de la cocinera de los Ryddle, que entró en la taberna con un golpe de efecto y anunció a la concurren­cia, repentinamente callada, que acababan de arrestar a un hombre llamado Frank Bryce.

-          Bola de chismosos -se quejo Remus
-          Deja que chismorroteen, así nos dan más información -respondió Sirius
-          Idiota, es un libro, van a seguir chismorroteando, es un libro ya escrito -conteste enojada, quería leer tranquilamente el libro para saber que información crucial tenía para permitirnos terminar con la guerra.
-          Te recuerdo, pelirroja que aun no han sido escritos, son del futuro, así que ¿Quién es la idiota ahora? -pregunto Black con una sonrisa de auto suficiencia, dos cojines volaron hacia él, uno lo esquivó, el otro lo recibió directamente en la cara, todos nos reímos, menos Sirius, que estaba molesto
-          ¿de donde salieron esos cojines? Y ¿Por qué me lánzate uno tu, cornamenta? -pregunto enfurruñado
-          Tu sigues siendo el idiota, deberías saber que la sala te concede lo que necesitas y yo necesitaba lanzarte algo, aunque en mi opinión lo que me dio era demasiado blando -dije con una sonrisa de autosuficiencia, Sirius se encogió de hombros aun enojado y luego le mando una mirada fulminante a James
-           Insultaste a mi novia -respondió con simpleza, yo me acerque y lo bese.
-          ¿quieren dejar sus chiquilinadas y seguir con la lectura? -preguntó Remus molesto, mientras el director no miraba con una sonrisa
-          Lo siento -me disculpe y seguí con la lectura



—¡Frank! —gritaron algunos—. ¡No puede ser!
Frank Bryce era el jardinero de los Ryddle y vivía solo en una humilde casita en la finca de sus amos. Había regre­sado de la guerra con la pierna rígida y una clara aversión a las multitudes y a los ruidos fuertes. Desde entonces, había trabajado para los Ryddle.
Varios de los presentes se apresuraron a pedir una be­bida para la cocinera, y todos se dispusieron a oír los deta­lles.
—Siempre pensé que era un tipo raro —explicó la mujer a los lugareños, que la escuchaban expectantes, después de apurar la cuarta copa de jerez—. Era muy huraño. Debo de haberlo invitado cien veces a una copa, pero no le gusta­ba el trato con la gente, no señor.
—Bueno —dijo una aldeana que estaba junto a la ba­rra—, el pobre Frank lo pasó mal en la guerra, y le gusta la tranquilidad. Ése no es motivo para...
—¿Y quién aparte de él tenía la llave de la puerta de atrás? —la interrumpió la cocinera levantando la voz—. ¡Siempre ha habido un duplicado de la llave colgado en la ca­sita del jardinero, que yo recuerde! ¡Y anoche nadie forzó la puerta! ¡No hay ninguna ventana rota! Frank no tuvo más que subir hasta la mansión mientras todos dormíamos...
Los aldeanos intercambiaron miradas sombrías.


-          Me recuerda a Hagrid -dijo James con una sonrisa- ¿recuerdas aquella ves que lo fuimos a ver por información y con un par de copas soltó toda la lengua?
-          ¿Cuál de todas las veces, cornamenta?, fuimos muchas -respondió Sirius riendo
-          Creo que están hablando demás -dijo Remus nervioso mirando de reojo al director quien los miraba divertidos, antes de que siguieran con su conversación leí



—Siempre pensé que había algo desagradable en él, des­de luego —dijo, gruñendo, un hombre sentado a la barra.
—La guerra lo convirtió en un tipo raro, si os interesa mi opinión —añadió el dueño de la taberna.
—Te dije que no me gustaría tener a Frank de enemigo. ¿A que te lo dije, Dot?    —apuntó, nerviosa, una mujer desde el rincón.
—Horroroso carácter —corroboró Dot, moviendo con brío la cabeza de arriba abajo—. Recuerdo que cuando era niño...
A la mañana siguiente, en Pequeño Hangleton, a nadie le cabía ninguna duda de que Frank Bryce había matado a los Ryddle.


-          Gente inculta, dan la más mínima insinuación y se lo creen todo -dije un poco molesta
-          ¿ahora quien interrumpe innecesariamente, pelirroja? -pregunto Sirius con una sonrisa, decidi haces oídos sordos a su comentarios y seguí con la lectura



Pero en la vecina ciudad de Gran Hangleton, en la os­cura y sórdida comisaría, Frank repetía tercamente, una y otra vez, que era inocente y que la única persona a la que había visto cerca de la mansión el día de la muerte de los Ryddle había sido un adolescente, un forastero de piel clara y pelo oscuro. Nadie más en la aldea había visto a semejan­te muchacho, y la policía tenía la convicción de que eran in­venciones de Frank.
Entonces, cuando las cosas se estaban poniendo peor para él, llegó el informe forense y todo cambió.

-          ¿fo.. qué? -preguntaron Sirius y James a la vez
-          Forense, es un medico que estudia el cuerpo de los muertos para saber la causa de la muerte -respondí automáticamente,
-          Podría seguir la lectura, señorita Evans, necesito salir de una duda - pidió Dumbledore, yo asentí
La policía no había leído nunca un informe tan extraño. Un equipo de médicos había examinado los cuerpos y llega­do a la conclusión de que ninguno de los Ryddle había sido envenenado, ahogado, estrangulado, apuñalado ni herido con arma de fuego y, por lo que ellos podían ver, ni siquiera había sufrido daño alguno. De hecho, proseguía el informe con manifiesta perplejidad, los tres Ryddle parecían hallarse en perfecto estado de salud, pasando por alto el hecho de que estaban muertos. Decididos a encontrar en los cadáve­res alguna anormalidad, los médicos notaron que los Ryddle tenían una expresión de terror en la cara; pero, como dije­ron los frustrados policías, ¿quién había oído nunca que se pudiera aterrorizar a tres personas hasta matarlas?


-          Creo que eso confirma que fueron asesinados por un mago oscuro -dedujo Sirius
-          No necesariamente porque se utilice un avada quiere decir que sea un mago oscuro quien cometió el crimen -comente
-          La familia de Voldemort era muggle, por lo menos por el lado paterno, ningún mago bueno lanzaría un avada contra un muggle, creo que fue él mismo quien mato a su familia -dijo Dumbledore- estaba avergonzado de esa parte de su genética, por lo que, creo que es deducible pensar, que quiso deshacerse de ellos -me estremecí con las ultimas palabras del director
-          Eso suena mucho a lo que Voldemort haría -opino James, nadie más hizo ningún comentario por lo que seguí con la lectura.


Como no había la más leve prueba de que los Ryddle hubieran sido asesinados, la policía no tuvo más remedio que dejar libre a Frank. Se enterró a los Ryddle en el cemen­terio de Pequeño Hangleton, y durante una temporada sus tumbas siguieron siendo objeto de curiosidad. Para sorpre­sa de todos y en medio de un ambiente de desconfianza, Frank Bryce volvió a su casita en la mansión.
—Para mí él fue el que los mató, y me da igual lo que diga la policía —sentenció Dot en El Ahorcado—. Y, sabien­do que sabemos que fue él, si tuviera un poco de vergüenza se iría de aquí.


No entendía porque todo esto podría ayudarnos con la caída de Voldemort, ni quien era ese tal Harry Potter, si es tan importante en la historia ¿por qué aún ni aparece?, lo peor era que no podía saltarme nada, porque como decía la carta, las palabras iban apareciendo a medida de la lectura, decidí seguir leyendo para ver que pasaba, y saber que rayos tenia que ver ese Harry en todo esto.




Pero Frank no se fue. Se quedó cuidando el jardín para la familia que habitó a continuación en la Mansión de los Ryddle, y luego para los siguientes inquilinos, porque nadie permaneció mucho tiempo allí. Quizá era en parte a causa de Frank por lo que cada nuevo propietario aseguró que se percibía algo horrendo en aquel lugar, el cual, al quedar deshabitado, fue cayendo en el abandono.


-          ¿Cómo puede quedarse en esa casa donde vivía esa repúgnate familia y en el pueblo que no culparon de asesinato? -pregunto Sirius molesto
-          Él no tiene porque dejar su hogar porque lo culpen de algo que no hizo, esas personas deberían disculparse por juzgarlo mal -dije con el ceño fruncido
-          Bueno en eso tienes razón, pero…. -decía Black cuando lo interrumpí
-          Yo siempre tengo la razón -y antes de recibir algún otro comentario de su parte volví al libro

El potentado que en aquellos días poseía la Mansión de los Ryddle no vivía en ella ni le daba uso alguno; en el pueblo se comentaba que la había adquirido por «motivos fiscales», aunque nadie sabía muy bien cuáles podían ser esos moti­vos. Sin embargo, el potentado continuó pagando a Frank para que se encargara del jardín. A punto de cumplir los se­tenta y siete años, Frank estaba bastante sordo y su pierna rígida se había vuelto más rígida que nunca, pero todavía, cuando hacía buen tiempo, se lo veía entre los macizos de flores haciendo un poco de esto y un poco de aquello, si bien la mala hierba le iba ganando la partida.





-          Si no la utilizan para que mantenerla en pie, creo que es un mal gasto de espacio -opino Remus
-          Eso es cierto, apuesto cien galeones a que los niños entraban por apuestas y para molestar a ese pobre hombre -dijo James
-          Si fuese así, eso confirmaría que no es un malgasto de espacio, eso demuestra que es un digno lugar para mantener en pie, viviese quien viviese en ella antes -argumento Sirius, los otros asintieron de acurdo, rodé mis ojos y seguí con la lectura



Pero la mala hierba no era lo único contra lo que tenía que bregar Frank. Los niños de la aldea habían tomado la costumbre de tirar piedras a las ventanas de la Mansión de los Ryddle, y pasaban con las bicicletas por encima del cés­ped que con tanto esfuerzo Frank mantenía en buen estado. En una o dos ocasiones habían entrado en la casa a raíz de una apuesta. Sabían que el viejo jardinero profesaba vene­ración a la casa y a la finca, y les divertía verlo por el jardín cojeando, blandiendo su cayado y gritándoles con su ronca voz. Frank, por su parte, pensaba que los niños querían cas­tigarlo porque, como sus padres y abuelos, creían que era un asesino. Así que cuando se despertó una noche de agosto y vio algo raro arriba en la vieja casa, dio por supuesto que los niños habían ido un poco más lejos que otras veces en su intento de mortificarlo.

-          Ja!, gane, tendrán que pagarme -sonreía James con una gran sonrisa
-          Emm….. cornamenta, nadie secundo tu apuesta, por lo que tendrá que pagarte tu mismo -soltó Remus con una carcajada que nos contagió a todos, incluido en director.
-          Pobre hombre, tener que soportar a todos eso chicos molestos y encima lo molestan asta por las noches -dije luego de dejar de reir
-          Ese hombre se escucha como Flich, por lo que creo que se lo merece -respondió James, como pensaba que posiblemente tenia razón, no comente nada y leí



Lo que lo había despertado era su pierna mala, que en su vejez le dolía más que nunca. Se levantó y bajó cojeando por la escalera hasta la cocina, con la idea de rellenar la bo­tella de agua caliente para aliviar la rigidez de la rodilla. De pie ante la pila, mientras llenaba de agua la tetera, levantó la vista hacia la Mansión de los Ryddle y vio luz en las ven­tanas superiores. Frank entendió de inmediato lo que suce­día: los niños habían vuelto a entrar en la Mansión de los Ryddle y, a juzgar por el titileo de la luz, habían encendido fuego.
Frank no tenía teléfono y, de todas maneras, desconfia­ba de la policía desde que se lo habían llevado para interro­garlo por la muerte de los Ryddle. Así que dejó la tetera y volvió a subir la escalera tan rápido como le permitía la pier­na mala; regresó completamente vestido a la cocina, y cogió una llave vieja y herrumbrosa del gancho que había junto a la entrada. Tomó su cayado, que estaba apoyado contra la pared, y salió de la casita en medio de la noche.
-          Se me hace que esos no son niños -susurro Remus

Esto estaba llevando a algo extraño, a juzgar por la mirada del resto de los presentes, ellos también estaban interesados en lo que seguía, por lo que me contuve de cualquier comentario.



La puerta principal de la Mansión de los Ryddle no mostraba signo alguno de haber sido forzada, ni tampoco ninguna de las ventanas. Frank fue cojeando hacia la parte de atrás de la casa hasta llegar a una entrada casi comple­tamente cubierta por la hiedra, sacó la vieja llave, la intro­dujo en la cerradura y abrió la puerta sigilosamente.

Todos conteníamos la respiración a la esperada de lo que seguía a continuación, un presentimiento me hizo querer detener la lectura, sin embargo, quería leer lo que seguía para saber como acabar con esta guerra.
Penetró en la cavernosa cocina. A pesar de que hacia años que Frank no pisaba en ella y de que la oscuridad era casi total, recordaba dónde se hallaba la puerta que daba al vestíbulo y se abrió camino hacia ella a tientas, mientras percibía el olor a decrepitud y aguzaba el oído para captar cualquier sonido de pasos o de voces que viniera de arriba. Llegó al vestíbulo, un poco más iluminado gracias a las am­plias ventanas divididas por parteluces que flanqueaban la puerta principal, y comenzó a subir por la escalera, dando gracias a la espesa capa de polvo que cubría los escalones porque amortiguaba el ruido de los pies y del cayado.

-          Espera, detente ahí - dijo súbitamente Sirius
-          ¿Qué pasa? - pregunte asustada
-          ¿Qué mierda es un cayado? -pregunto confundido, luego recordó que el director estaba con nosotros- lo siento -dijo mirando al director un tanto avergonzado, el director solo le sonrió en señal de que aceptaba sus disculpas
-          O te callas, o te vas, pero deja de hacer interrupciones estúpidas e innecesarias -dije furiosa
-          Lo siento pero no me puedes echar pelirroja, estoy entre los que tienen que escuchar la lectura -dijo sonriendo, reprimiendo con mucho esfuerzo una replica, me dispuse a volver a la lectura.


En el rellano, Frank torció a la derecha y vio de inme­diato dónde se hallaban los intrusos: al final del corredor había una puerta entornada, y una luz titilante brillaba a través del resquicio, proyectando sobre el negro suelo una línea dorada. Frank se fue acercando pegado a la pared, con el cayado firmemente asido. Cuando se hallaba a un metro de la entrada distinguió una estrecha franja de la estancia que había al otro lado.
Pudo ver entonces que estaba encendido el fuego en la chimenea, cosa que lo sorprendió. Se quedó inmóvil y escu­chó con toda atención, porque del interior de la estancia lle­gaba la voz de un hombre que parecía tímido y acobardado.

-          Sabia que no eran niños -interrumpió esta vez James- pero no entiendo porque un hombre iría a esa casa y que tiene que ver todo esto con la guerra.
-          ¿Cómo pretendes que entendamos todo esto si interrumpen cada 5 segundos? -dijo un malhumorado Remus, antes de que cualquiera dijera otra cosa, me aclare la garganta ruidosamente y seguí.

—Queda un poco más en la botella, señor, si seguís hambriento.
—Luego —dijo una segunda voz. También ésta era de hombre, pero extrañamente aguda y tan iría como una re­pentina ráfaga de viento helado. Algo tenía aquella voz que erizó los escasos pelos de la nuca de Frank—. Acércame más al fuego, Col….

Fruncí el ceño, sin creer que Peter Pettigrew acabara de aparecer en el libro, si el aparecía ¿Por qué excluirlo de la lectura?, podría ser de ayuda tenerlo.
-          ¿Qué sucede, Lils?, ¿Por qué te detienes? -preguntó preocupado James sacándome de mis cavilaciones, meneé la cabeza y seguí leyendo

—. Acércame más al fuego, Colagusano

-          ¿colagusano? ¿nuestro colagusano? -pregunto un confundido Sirius
-          ¿Cuantos colagusano conoces?, la pregunta correcta es: ¿Qué hace colagusano en esa casa y quien es el hombre con el que esta? -pregunto pensativo Remus
-          Creo tener una idea de quien puede ser, pero no podre estar seguro asta que siga la lectura, señorita Evans -dijo muy serio el director


Frank volvió hacia la puerta su oreja derecha, que era la buena. Oyó que posaban una botella en una superficie dura, y luego el ruido sordo que hacía un mueble pesado al ser arrastrado por el suelo. Frank vislumbró a un hombre pequeño que, de espaldas a la puerta, empujaba una butaca para acercarla a la chimenea. Vestía una capa larga y negra, y tenía la coronilla calva. Enseguida volvió a desapare­cer de la vista.
—¿Dónde está Nagini? —dijo la voz iría.

-          ¿Nagini? -pregunto James- ¿no es esa asquerosa serpiente que se arrastra siempre a los pies de Voldemort?
-          Exactamente -respondí- ¿Quién le preguntaría a Peter sobre esa asquerosa criatura?
-          Creo que es bastante obvio ¿no? -escupió Sirius- esa asquerosa rata traidora
-          No es posible, todos sabemos que colagusano no nos traicionaría, es nuestro amigo -salió a defenderlo James
-          Lo hemos tenido que defender de los Slytherin más de una vez, no es posible que se una a Voldemort, siendo que la mayoría de los mortifagos salen de esa casa -lo apoyo Remus
-          Creo que deberíamos seguir leyendo -dijo el director- tenemos que sacarnos la duda - algo me decía que el director no tenia absolutamente ninguna duda de quien era el otro hombre, aun así no hice comentario alguno.

 —No... no lo sé, señor —respondió temblorosa la prime­ra voz—. Creo que ha ido a explorar la casa...
—Tendrás que ordeñarla antes de que nos retiremos a dormir, Colagusano —dijo la segunda voz—. Necesito tomar algo de alimento por la noche. El viaje me ha fatigado mucho.


-          ¿Alguien más cree que eso es asqueroso? -Sirius preguntó asqueado
-          Estoy de acuerdo contigo, eso es asqueroso -dije arrugando la nariz
-          Vaya!, nunca pensé ver el día en que Lily y canuto estuvieran de acuerdo -Bromeo James
-          Pero aun no descubrimos quien es el hombre con quien esta colagusano -nos reprocho Remus- aunque creo que ya es bastante obvio, sigue con la lectura -me dijo sombrío


Frunciendo el entrecejo, Frank acercó más la oreja bue­na a la puerta. Hubo una pausa, y tras ella volvió a hablar el hombre llamado Colagusano.
—Señor, ¿puedo preguntar cuánto tiempo permanece­remos aquí?
—Una semana —contestó la fría voz—. O tal vez más. Este lugar es cómodo dentro de lo que cabe, y todavía no po­demos llevar a cabo el plan. Sería una locura hacer algo an­tes de que acaben los Mundiales de quidditch.


-          Hablando del mundial de quidditch, mi padre dijo que nos iba a llevar al de Francia, ¿Qué dicen?- interrumpió James
-          ¿aun con una guerra se celebra un estúpido mundial? -pregunte confusa
-          Los mundiales de quidditch no son estupideces y necesitamos algo de distracción justamente porque estamos en una guerra -contesto mi novio, asentí dando la razón
-          Yo me apunto -dijo con entusiasmo Sirius
-          Yo también -dijo eufórico Remus
-          Y yo, por supuesto -dije sonriente, todos me miraron extraño - ¿Qué?, no porque no lo juegue quiere decir que no me guste, aparte lo jugadores se ven lindos montando sus escobas -James me miro feo, pero no dijo nada yo le sonreí



— ¿Los... los Mundiales de quidditch, señor? —pregun­tó Colagusano. Frank se hurgó aún con más fuerza—. Perdonadme, pero... no comprendo. ¿Por qué tenemos que esperar a que acaben los Mundiales?
—Porque en este mismo momento están llegando al país magos provenientes del mundo entero, idiota, y to­dos los mangoneadores del Ministerio de Magia estarán al acecho de cualquier signo de actividad anormal, compro­bando y volviendo a comprobar la identidad de todo el mundo. Estarán obsesionados con la seguridad, para evi­tar que los muggles se den cuenta de algo. Por eso tenemos que esperar.
Frank desistió de intentar destaponarse el oído. Le ha­bían llegado con toda claridad las palabras «magos», «mug­gles» y «Ministerio de Magia». Evidentemente, cada una de aquellas expresiones tenía un significado secreto, y Frank pensó que sólo había dos tipos de personas que hablaran en clave: los espías y los criminales. Así pues, aferró el cayado y aguzó el oído.


-          Bueno son un par de criminales -escupió Remus
-          Eh! Que hablas de colagusano, es nuestro amigo -dijo seriamente James
-          Pero no puedes negar que es bastante obvio con quien esta -dijo un cabizbajo Sirius.



— ¿Debo entender que Su Señoría está decidido? —pre­guntó Colagusano en voz baja.
—Desde luego que estoy decidido, Colagusano. —Ahora había un tono de amenaza en la iría voz.
Siguió una ligera pausa, y luego habló Colagusano. Las palabras se le amontonaron por la prisa, como si quisiera acabar de decir la frase antes de que los nervios se lo impidieran:
—Se podría hacer sin Harry Potter, señor.



-          Asta que aparece dicho tipo
-          En realidad, cornamenta, no ha aparecido, solo lo han nombrado -razono Remus
-          La cosa es, que se podría hacer sin ese tal Harry Potter -dije pensativa



Hubo otra pausa, ahora más prolongada, y luego se es­cuchó musitar a la segunda voz:
—¿Sin Harry Potter? Ya veo...
—¡Señor, no lo digo porque me preocupe el muchacho! —exclamó Colagusano, alzando la voz hasta convertirla en un chillido—. El chico no significa nada para mí, ¡nada en absoluto! Sólo lo digo porque si empleáramos a otro mago o bruja, el que fuera, se podría llevar a cabo con más rapidez. Si me permitierais ausentarme brevemente (ya sabéis que se me da muy bien disfrazarme), podría regresar dentro de dos días con alguien apropiado.
—Podría utilizar a cualquier otro mago —dijo con sua­vidad la segunda voz—, es cierto...
—Muy sensato, señor —añadió Colagusano, que pare­cía sensiblemente aliviado—. Echarle la mano encima a Harry Potter resultaría muy difícil. Está tan bien protegi­do...
—¿O sea que te prestas a ir a buscar un sustituto? Me pregunto si tal vez... la tarea de cuidarme se te ha llegado a hacer demasiado penosa, Colagusano. ¡Quién sabe si tu pro­puesta de abandonar el plan no será en realidad un intento de desertar de mi bando!
—¡Señor! Yo... yo no tengo ningún deseo de abandonaros, en absoluto.


-          Maldita rata -escupieron los merodeadores al unisonó, yo por mi parte me preguntaba porque motivo Peter se le uniría a Vodemort
-          No es obvio, porque es una asquerosa rata cobarde -respondió Remus a mi pregunta, la cual hice sin darme cuenta en voz alta
-          Señores, entiendo su enojo, pero les molestaría que la señorita Evans siguiera leyendo -todos callaron y yo seguí leyendo

—¡No me mientas! —dijo la segunda voz entre dien­tes—. ¡Sé lo que digo, Colagusano! Lamentas haber vuelto conmigo. Te doy asco. Veo cómo te estremeces cada vez que me miras, noto el escalofrío que te recorre cuando me to­cas...
—¡No! Mi devoción a Su Señoría...
—Tu devoción no es otra cosa que cobardía. No estarías aquí si tuvieras otro lugar al que ir. ¿Cómo voy a sobrevi­vir sin ti, cuando necesito alimentarme cada pocas horas? ¿Quién ordeñará aNagini?
—Pero ya estáis mucho más fuerte, señor.
—Mentiroso —musitó la segunda voz—. No me encuen­tro más fuerte, y unos pocos días bastarían para hacerme perder la escasa salud que he recuperado con tus torpes atenciones. ¡Silencio!
Colagusano, que había estado barbotando incoherente­mente, se calló al instante. Durante unos segundos, Frank no pudo oír otra cosa que el crepitar de la hoguera. Luego volvió a hablar el segundo hombre en un siseo que era casi un silbido.
—Tengo mis motivos para utilizar a ese chico, como te he explicado, y no usaré a ningún otro. He aguardado tre­ce años. Unos meses más darán lo mismo. Por lo que respecta a la protección que lo rodea, estoy convencido de que mi plan dará resultado. Lo único que se necesita es un poco de valor por tu parte... Un valor que estoy seguro de que encontrarás, a menos que quieras sufrir la ira de lord Voldemort.
-          Bueno, eso lo confirma -dijo James con tristeza
-          Creo que Frank debería irse antes de que lo pillen -dije preocupada
-          Al parecer ese chico Harry es muy importante si Voldemort esta preocupado y si lo están protegiendo tanto -argumento Dumbledor
-          Creo que deberías seguir leyendo -sugirió Remus

—¡Señor, dejadme hablar! —dijo Colagusano con una nota de pánico en la voz—. Durante el viaje le he dado vuel­tas en la cabeza al plan... Señor, no tardarán en darse cuenta de la desaparición de Bertha Jorkins. Y, si seguimos ade­lante, si yo echo la maldición...
—¿«Si»? —susurró la otra voz—. Si sigues el plan, Colagusano, el Ministerio no tendrá que enterarse de que ha de­saparecido nadie más. Lo harás discretamente, sin alboroto. Ya me gustaría poder hacerlo por mí mismo, pero en estas condiciones... Vamos, Colagusano, otro obstáculo menos y tendremos despejado el camino hacia Harry Potter. No te estoy pidiendo que lo hagas solo. Para entonces, mi fiel vasa­llo se habrá unido a nosotros.
—Yo también soy un vasallo fiel —repuso Colagusano con una levísima nota de resentimiento en la voz.

-maldita rata -dijo con rabia y pena James, le di un apretón de mano en señal de apollo, el lo respondió con otro y una sonrisa triste

—Colagusano, necesito a alguien con cerebro, alguien cuya lealtad no haya flaqueado nunca. Y tú, por desgracia, no cumples ninguno de esos requisitos.
—Yo os encontré —contestó Colagusano, y esta vez ha­bía un claro tono de aspereza en su voz—. Fui el que os en­contró, y os traje a Bertha Jorkins.
—Eso es verdad —admitió el segundo hombre, aparen­temente divertido—. Un golpe brillante del que no te hu­biera creído capaz, Colagusano. Aunque, a decir verdad, ni te imaginabas lo útil que nos sería cuando la atrapaste, ¿a que no?
—Pen... pensaba que podía serlo, señor.
—Mentiroso —dijo de nuevo la otra voz con un regoci­jo cruel más evidente que nunca—. Sin embargo, no niego que su información resultó enormemente valiosa. Sin ella, yo nunca habría podido maquinar nuestro plan, y por eso recibirás tu recompensa, Colagusano. Te permitiré llevar a cabo una labor esencial para mí; muchos de mis seguido­res darían su mano derecha por tener el honor de desem­peñarla...
—¿De... de verdad, señor? —Colagusano parecía de nuevo aterrorizado—. ¿Y qué...?
—¡Ah, Colagusano, no querrás que te lo descubra y eche a perder la sorpresa! Tu parte llegará al final de todo... pero te lo prometo: tendrás el honor de resultar tan útil como Bertha Jorkins.
—Vos... Vos... —La voz de Colagusano sonó repentina­mente ronca, como si se le hubiera quedado la boca comple­tamente seca—. Vos... ¿vais a matarme... también a mí?

Todos nos tensamos en la sala, colagusano había participado en el asesinato de una mujer, era clara la tristeza que se veía en la cara de los tres merodeadores, no es muy agradable enterarse que no de tus mejores amigos se une al mago que más odias en el planeta.

                            
—Colagusano, Colagusano —dijo la voz iría, que ahora había adquirido una gran suavidad—, ¿por qué tendría que matarte? Maté a Bertha porque tenía que hacerlo. Después de mi interrogatorio ya no servía para nada, absolutamente para nada. Y, sin duda, si hubiera vuelto al Ministerio con la noticia de que te había conocido durante las vacaciones, le habrían hecho unas preguntas muy embarazosas. Los magos que han sido dados por muertos deberían evitar en­contrarse con brujas del Ministerio de Magia en las posadas del camino...
Colagusano murmuró algo en voz tan baja que Frank no pudo oírlo, pero lo que fuera hizo reír al segundo hom­bre: una risa completamente amarga, y tan fría como su voz.
—¿Que podríamos haber modificado su memoria? Es verdad, pero un mago con grandes poderes puede romper los encantamientos desmemorizantes, como te demostré al interrogarla. Sería un insulto a su recuerdo no dar uso a la información que le sonsaqué, Colagusano.

-          ¿Voldemort fue dado por muerto? -pregunte
-          Eso creo -respondió Dumbledor- algo me dice que ese chico, Harry Potter tubo algo que ver, ¿podría continuar señorita Evans? -yo asentí

Fuera, en el corredor, Frank se dio cuenta de que la mano que agarraba el cayado estaba empapada en sudor. El hombre de la voz fría había matado a una mujer, y hablaba de ello sin ningún tipo de remordimiento, con regocijo. Era peligroso, un loco. Y planeaba más asesinatos: aquel muchacho, Harry Potter, quienquiera que fuese, se hallaba en peligro.
Frank supo lo que tenía que hacer. Aquél era, sin duda, el momento de ir a la policía. Saldría sigilosamente de la casa e iría directo a la cabina telefónica de la aldea. Pero la voz fría había vuelto a hablar, y Frank permaneció don­de estaba, inmóvil, escuchando con toda su atención.
—Una maldición más... mi fiel vasallo en Hogwarts... Harry Potter es prácticamente mío, Colagusano. Está decidido. No lo discutiremos más. Silencio... Creo que oigo a Nagini...
-          ¿Hogwarts?, quiere decir que Harry Potter ni siquiera a salido del colegio -dije preocupada
-          ¿Por qué seguir a un niño? -se pregunto James
-          Creo que será mejor que leas -dijo Sirius

Y la voz del segundo hombre cambió. Comenzó a emitir unos sonidos que Frank no había oído nunca; silbaba y es­cupía sin tomar aliento. Frank supuso que le estaba dando un ataque.
Y entonces Frank oyó que algo se movía detrás de él, en el oscuro corredor. Se volvió a mirar, y el terror lo paralizó.
Algo se arrastraba hacia él por el suelo y, cuando se acer­có a la línea de luz, vio, estremecido de pavor, que se trataba de una serpiente gigante de al menos cuatro metros de longi­tud. Horrorizado, Frank observó cómo su cuerpo sinuoso trazaba un sendero a través de la espesa capa de polvo del suelo, aproximándose cada vez más. ¿Qué podía hacer? El único lugar al que podía escapar era la habitación en la que dos hombres tramaban un asesinato, y, si se quedaba donde estaba, sin duda la serpiente lo mataría.
Antes de que hubiera tomado una decisión, la serpiente había llegado al punto del corredor en que él se encontraba e, increíble, milagrosamente, pasó de largo; iba siguiendo los sonido siseantes, como escupitajos, que emitía la voz al otro lado de la puerta y, al cabo de unos segundos, la punta de su cola adornada con rombos había desaparecido por el resquicio de la puerta.
Frank tenía la frente empapada en sudor, y la mano con que sostenía el cayado le temblaba. Dentro de la habita­ción, la iría voz seguía silbando, y a Frank se le ocurrió una idea extraña, una idea imposible: que aquel hombre era ca­paz de hablar con las serpientes. No comprendía lo que pa­saba. Hubiera querido, más que nada en el mundo, hallarse en su cama con la botella de agua caliente. El problema era que sus piernas no parecían querer moverse. De repente, mientras seguía allí temblando e intentando dominarse, la fría voz volvió a utilizar el idioma de Frank.
Nagini tiene interesantes noticias, Colagusano —dijo.

-          Maldición, la maldita serpiente se lo dijo, dijo que vio a Frank -dije asustada

—¿De... de verdad, señor?
—Sí, de verdad —afirmó la voz—. Según Nagini, hay un muggle viejo al otro lado de la puerta, escuchando todo lo que decimos.
Frank no tuvo posibilidad de ocultarse. Oyó primero unos pasos, y luego la puerta de la habitación se abrió de golpe.
Un hombre bajo y calvo con algo de pelo gris, nariz pun­tiaguda y ojos pequeños y llorosos apareció ante él con una expresión en la que se mezclaban el miedo y la alarma.
—Invítalo a entrar, Colagusano. ¿Dónde está tu buena educación?

-          En el mismo lugar que esta su lealtad -murmuro Sirius
-          De seguro mataran a ese pobre hombre -susurre con miedo, el director estaba serio y en silencio observando el libro a igual que Remus, James me paso el brazo por los hombros para reconfortarme, acomode en sus brazos y seguí leyendo.

La fría voz provenía de la vieja butaca que había delan­te de la chimenea, pero Frank no pudo ver al que hablaba. La serpiente estaba enrollada sobre la podrida alfombra que había al lado del fuego, como una horrible parodia de perro hogareño.
Con una seña, Colagusano ordenó a Frank que entrara. Aunque todavía profundamente conmocionado, éste agarró el cayado con más fuerza y pasó el umbral cojeando.
La lumbre era la única fuente de luz en la habitación, y proyectaba sobre las paredes largas sombras en forma de araña. Frank dirigió la vista al respaldo de la butaca: el hombre que estaba sentado en ella debía de ser aún más pe­queño que su vasallo, porque Frank ni siquiera podía vis­lumbrar la parte de atrás de su cabeza.
—¿Lo has oído todo, muggle? —dijo la fría voz.
—¿Cómo me ha llamado? —preguntó Frank desafiante, porque, una vez dentro y llegado el momento de hacer algo, se sentía más valiente. Así le había ocurrido siempre en la guerra.
—Te he llamado muggle —explicó la voz con sereni­dad—. Quiere decir que no eres mago.
—No sé qué quiere decir con eso de mago —dijo Frank, con la voz cada vez más firme—. Todo lo que sé es que he oído cosas que merecerían el interés de la policía. ¡Usted ha cometido un asesinato y planea otros! Y le diré otra cosa —añadió, en un rapto de inspiración—: mi mujer sabe que estoy aquí, y si no he vuelto...
                                  

Me estremecí un poco, James me abrazo más fuerte, pobre hombre, iba a morir y aun tenia esperanza de que si Voldemort pensaba que había alguien esperándonoslo no le aria nada, tome con fuerza el libro y seguí leyendo.

—Tú no tienes mujer —cortó la fría voz, muy suave—. Nadie sabe que estás aquí. No le has dicho a nadie que ve­nías. No mientas a lord Voldemort, muggle, porque él sabe... él siempre sabe...
—¿Es verdad eso? —respondió Frank bruscamente—. ¿Es usted un lord? Bien, no es que sus modales me parezcan muy refinados, milord. Vuélvase y dé la cara como un hom­bre. ¿Por qué no lo hace?
—Pero es que yo no soy un hombre, muggle —dijo la fría voz, apenas audible por encima del crepitar de las lla­mas—. Soy mucho, mucho más que un hombre. Sin embargo... ¿por qué no? Daré la cara... Colagusano, ven a girar mi butaca.
El vasallo profirió un quejido.
—Ya me has oído, Colagusano.
Lentamente, con el rostro crispado como si prefiriera hacer cualquier cosa antes que aproximarse a su señor y a la alfombra en que descansaba la serpiente, el hombrecillo dio unos pasos hacia delante y comenzó a girar la butaca. La serpiente levantó su fea cabeza triangular y profirió un silbido cuando las patas del asiento se engancharon en la alfombra.
Y entonces Frank tuvo la parte delantera de la butaca ante sí y vio lo que había sentado en ella. El cayado se le resbaló al suelo con estrépito. Abrió la boca y profirió un gri­to. Gritó tan alto que no oyó lo que decía la cosa que había en el sillón mientras levantaba una varita. Vio un resplan­dor de luz verde y oyó un chasquido antes de desplomarse. Cuando llegó al suelo, Frank Bryce ya había muerto.

-          Lo mato -susurre con un nudo en la garganta
-          Y colagusano no hizo nada -dijo un abatido James
-          ¿Cuál será su aspecto como para que ese hombre gritara tanto?
-          Vamos Sirius, tu lo has visto, es horrible y ese hombre no esta acostumbrado a ver criaturas mágicas, y aunque nosotros si lo estemos, de igual modo es chocante verlo -respondo Remus

A trescientos kilómetros de distancia, un muchacho lla­mado Harry Potter se despertó sobresaltado.

-    -            aquí termina -dije mirando a todos los presentes
-          que final más raro, ¿no creen?, ¿Por qué ese tal Harry despertaría sobresaltado, como si hubiese visto algo si esta a 300 km? -se pregunto James
-          creo que eso lo podríamos de cubrir en el siguiente capitulo -respondió el director -a si que ¿Quién lee ahora? -antes de que cualquiera pudiera ofrecerse otro haz de luz apareció dejando una nota frente a nosotros.

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